Jacinta Escudos, la visionaria de la nueva normalidad.

Fui apilando los cuadros en mi cuarto. No recibía visitas, así es que no tenía que esconderlos de miradas indiscretas. Por las tardes los miraba para recordar los atardeceres. Las nubes y sus coloraciones. Pájaros volviendo a sus nidos. La gente con ropa de colores, volviendo a sus hogares, a una familia, a una cena caliente esperando en el horno.

La flor del Espíritu Santo, Jacinta Escudo.

El lenguaje es un arma, sirve para comunicarte, para transmitir amor, para defender ideas y posiciones, para reivindicar; para despertar emociones, pensamientos y reflexiones y para crear otros mundos donde abandonarse, porque como dice la frase atribuida a William Nicholson leemos para saber que no estamos solos.

En estos momentos difíciles, donde estamos carentes de certezas, donde tenemos miedo a no volver a sentir la vida y las pieles como antes, Jacinta Escudos se erige como una visionaria de mundos tristes y desamparados donde una llama de calor hace más llevadera la existencia entre la fantasía de lo que se perdió y la añoranza de recuperar lo perdido.

Jacinta Escudos se erige como una visionaria de mundos tristes y desamparados donde una llama de calor hace más llevadera la existencia entre entre la fantasía de lo que se perdió y la añoranza de recuperar lo perdido.

El diablo sabe mi nombre, de Jacinta Escudos es un una recopilación de relatos de la autora editados por primera vez en 2008 y reeditados por Consonni en 2019 con portada del artista urbano Escif.

Todos los relatos son reseñables, por la experiencia onírica que te trasladan y su forma de cambiar el género y la forma a sus personajes, a pesar de que mi preferido ha sido el que da nombre a esta compilación, El diablo sabe mi nombre, la sorpresa y reflexión ha sido ante el relato La flor del Espíritu Santo, donde te enfrentas a una realidad que antes parecía lejana y ahora, por desgracia es familiar.

Portada de Escif

Una mujer trabaja en un invernadero donde se guardan las plantas ya prácticamente extintas a causa de guerras, epidemias y factores climatológicos, que se ve obligada a cerrar por falta de presupuesto desde las arcas estatales. Cada persona porta una máscara antigás que corre peligro de ser robada en las calles, una protección ante un aire impuro lleno de enfermedades y tóxicos que han hecho que desaparezcan todos los bienes materiales de tacto y disfrute para los humanos.

Así comenzó todo: cuando a los niños se les educó mediante computadoras. Con programas establecidos por adultos que sabían qué tipo de comportamientos y reflejos querían dejar establecidos en el carácter de los infantes, domesticando a las futuras generaciones.

Ya hemos hablado en relación a otros libros como Mujer al borde del tiempo de Marge Pierce o Hija de Sangre de Olivia Butler, ambas editadas también por Consonni, cómo la lectura de mundos ficticios y distópicos en tiempos de adaptación a nuevas realidades no elegidas , a épocas carentes de certezas nos hacen acercarnos, con pies de plomo a esa nueva vida que no parece que nos vaya a ofrecer nada bueno.

Menos mal que nos quedan los libros, para sentir que no estamos solos y aprender los nuevos códigos de conducta que quizá ,a nuestros pesar, nos esperan. El diablo sabe mi nombre, de Jacinta Escudos, una recopilación de relatos donde reflexionar y huir de la realidad existente

Menos mal que nos quedan los libros, para sentir que no estamos solos y para aprender los nuevos códigos de conducta que quizá ,a nuestros pesar, nos esperan. El diablo sabe mi nombre, de Jacinta Escudos, una recopilación de relatos donde reflexionar y huir de la realidad existente.

Puedes hacerte con él en tu librería preferida, en la web de Consonni o aquí.

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