
¿Te gustó nuestra carta de amor a Ali Wong? Pues como somos animales de costumbres volvemos con una nueva epístola. Si has leído Instrumental (editado por Blackie Books y uno de nuestros libros de músicos que no hablan solo de música favoritos) y no has acabado con un nudo en la garganta, es que eres un ser que no tiene alma. En él, James Rhodes narra en primera persona los abusos que sufrió de pequeño, sus intentos de suicido… y cómo la música le ayudó a salir de todo eso. Pero, al parecer, la música no era suficiente y, según él mismo ha contado, poner tierra de por medio con su Inglaterra natal y venirse a vivir a España ha sido una segunda salvación. Y así está el buen hombre, enamoradísimo de nuestro país y siendo el pianista influencer más carismático de las redes.
Ni un año lleva aquí y ya nos ha ganado a todos, la primera a la alcaldesa Manuela Carmena, que hasta se ofreció a prepararle un día la cena. Desde que vino a vivir a Madrid, el pianista, uno de los más importantes del mundo, ha ido tuiteando pequeños detalles patrios que le gustaban, que le sorprendían… y todo con un respeto y una admiración que incluso ha rozado la parodia. Vamos, que la mismísima Amélie a su lado tiene el corazón carbonizado.

Pero James Rhodes no se volvió mainstream hasta el pasado mayo cuando, en una carta abierta al diario El País, decía que «en España todo es mejor». Aquí, el pianista pasó de ser un ciudadano casi anónimo (o todo lo anónimo que puede ser uno cuando sus conciertos han llenado el Teatro Real) a un must follow de Twitter, un personaje por el que, de repente, todo el mundo sentía curiosidad… sana e insana. Porque, aunque parezca inexplicable, hay gente que lo criticaba ¡y lo critica!
Hay gente a la que le parece mal que un tipo al que le jodieron la vida de pequeño y que ha tenido el valor de contarlo sin tapujos lo haya superado y, es más, haya aprendido a no convertirlo en el eje principal de su vida.
Por eso somos fans de James Rhodes, porque el tipo tiene episodios negrísimos que relatarnos, pero prefiere sacarnos una sonrisa contándonos que ha merendado croquetas. O que le encanta una calle cualquiera de Malasaña. O que ha descubierto, por ejemplo, la palabra «mequetrefe».

Desde aquella carta a El País el número de fans y de haters del pianista se ha multiplicado, y ahora todos opinan (opinamos) de él como si de un personaje ficticio de una serie se tratase, juzgando cada tuit, enterneciéndonos con cada cosa que escribe y recomendándole restaurantes, platos típicos y hasta refranes. Todos queremos acariciarle detrás de las orejas cuando hace alguna gracieta, como si de la mascota de Twitter se tratase.
Pero ahí está él, impasible ante las críticas, encantado con la gente que le escribe mensajes de cariño y sacándonos una sonrisilla con sus pamplinas. Viva James Rhodes, joder. ¡Doble coño!