Algunos futuros buenos

Puede que mi frase favorita cuando se habla de ciencia ficción sea que «la ciencia ficción nunca habla del futuro». No sé si estoy citando a alguien o la frase es de mi autoría, probablemente lo primero, que es lo que pasa con todas las ideas que te gustan y circulan, se escuchan, se piensan y se asientan como propias, como una infección, como ocurre con la literatura. 

Hay algunos temas que son comunes a toda ciencia ficción/ ficción especulativa feminista: la reproducción, la producción y la explotación sexual. Si hay algo que sabemos todas las mujeres —las que escribimos ciencia ficción y las que no—, es que son los tres pilares de riego de para nosotras desde que el mundo (o el capitalismo) es mundo.

Hay algunos temas que son comunes a toda ciencia ficción/ ficción especulativa feminista: la reproducción, la producción y la explotación sexual. [..] los tres pilares de riego de para nosotras desde que el mundo (o el capitalismo) es mundo.

Ursula K. Leguin, Octavia Butler o Margaret Atwood, desde la antropología, el anticolonialismo y lo social, respectivamente, tratan siempre estos temas —por citar a las tres más conocidas y también más referenciadas—. Margaret Atwood, muy renombrada en estos últimos tiempos de distopías reproductivas, lazos de sangre de dudoso gusto y resurrección de los muertos mediante su simiente. En las últimas semanas, su universo literario ha cobrado una siniestra actualidad debido a un conocido caso, que ha sido contado de la forma más violenta o blanqueado hasta el ridículo por la mal llamada prensa del corazón—que debería llamarse del colón a juzgar por el tratamiento que hace de los seres humanos y su explotación sin ningún tipo de miramientos para conseguir unos pocos clics o ejemplares vendidos—. Pero eso es otra historia.

Las circunstancias sociales actuales acompañan a hablar de dos novelas de ciencia ficción sonrojantemente feministas y a las que separan nada menos que veinticinco años. Aunque los temas e inquietudes de algunos futuros mejores son siempre los mismos. Dos novelas separadas por un cuarto de siglo, que se dice pronto, que abordan con la misma lucidez todos estos conceptos.

La más reciente es Codicia, de María Reimóndez, editada por Dos Bigotes. Esta autora presenta una distopía con una esperanza ecofeminista de contacto y reproducción de la especie, aunque para llegar a ciertas conclusiones —no os voy a contar mucho para no destriparos nada— las protagonistas tienen que pasar por una serie de desagradables circunstancias entre las que se encuentra la de pertenecer a una granja de mujeres.

Al cumplir los doce años, en el mundo que crea Codicia, las mujeres sufren una valoración de fertilidad. Si son óptimas para engendrar hijos, son separadas de sus familias y pasan a formar parte de un sistema de control y explotación reproductivo hasta que tienen un máximo de siete hijos, lo que ha decidido esa supuesta tecnología que un cuerpo puede soportar. Después de pasar por esto, acceden a un trabajo y a vivir en la ciudad, una nueva trampa. La novela está atravesada por los problemas y soluciones del patriarcado ante el descenso de natalidad. María Raimóndez narra todo el proceso, además de la disociación mental de las protagonistas a la hora de enfrentarte a toda esa violencia que se ejerce sobre sus cuerpos

En este contexto, logra crear una utopía y consigue construir una historia de amor y de cuidados muy hermosa, de hecho, es el primer libro en el que leído una relación sexual explícita entre dos mujeres embarazadas o recién paridas, donde el deseo y el placer toman protagonismo ante la resistencia y dolor de los cuerpos en ese estado. El amor como deseo y cuidado a través del sexo entre estas dos mujeres.

El otro libro es Consecuencias Naturales de Elia Barceló, editado y recuperado por Crononauta, en este caso una historia sobre un viaje espacial. Un grupo de habitantes del planeta Tierra, en el que nos queda claro que las cuestiones de igualdad y respeto entre hombres y mujeres están bastante trabajadas, accede a otro planeta donde conocen a otros seres que viven allí y que tienen otras estructuras sociales y relacionales muy distintas a las nuestras

¿Qué ocurre? Pues lo que sucede siempre: el colonialismo. Un señoro, de esos que aún quedan descolgados en sociedades más evolucionadas, decide que quiere tener relaciones sexuales con esta civilización extraterrestre. Aquí sucede un cambio de roles, y es el varón el que queda embrazado, esto sirve para tratar con gran inteligencia y humor durante todo el libro los problemas políticos y sociales que supondría si los hombres se embrazasen y la fragilidad de lo que es el género y las diferentes formas que podemos nombrarnos. Un texto absolutamente actual que te hace revisar varias veces si efectivamente fue escrito veinticinco años atrás. En este libro también se mantiene «vivos» a los muertos mediante la biogenética, pero por falta de población en la civilización extraterrestre, no por un duelo más gestionado.

Los discursos de ambos textos, pese a ser muy distintos, sí que nos cuentan las posibilidades de la explotación reproductiva humana, desde la distopía y la rebeldía, en el caso de Reimóndez, y desde el humor y la filosofía en el de Barceló.

¿Conseguiremos librarnos de la carga de ser explotadas por el deseo biológico de personas o países? ¿Seguiremos resucitando a los muertos por nuestra anticuada necesidad de estirpe? La ciencia ficción no habla del futuro, sino del presente y tendremos que imaginar para poder llevar a cabo algunos futuros buenos que sean un auténtico lugar seguro.

Puedes hacerte con este libro en tu librería preferida o en la web de la Editorial Dos Bigotes o en la web de Crononauta.

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