Viernes 16, 14.44
Hoy es viernes. Rodrigo acaba de irse a su casa, no comeremos juntos. Hacia las diez de la mañana recibí tres paquetes. Del primero salió un libro pequeño con una textura rugosa, agradable al tacto: El viaje inútil. Trans/escritura, de Camila Sosa.
Otro de los paquetes contiene el Diario de Joe Orton que alguien me recomendó esta semana por Twitter.
Por último desenvuelvo Historia universal del after, de Leo Felipe, que acaba de traducir Alejo Ponce para la colección Efectos Colaterales de Caja Negra. Un turulo sobre una bolsa transparente con polvitos brillantes como polvitos de hada sobre un CD. El filo de una navaja perfilando en rayas la ketamina volcada sobre un espejo. Son las imágenes que veo nada más coger y abrir el libro. ¿Qué puede un cuerpo drogado?, pienso. Todavía no empecé a leer.
Hoy es viernes y podemos acabar en cualquier after. La duda es si lo haremos juntos, por primera vez, o cada uno por su lado.
Viernes 16, 15.17
Un dato curioso: el libro mide dos o tres centímetros más que los de otras colecciones de Caja Negra. Lo he descubierto al intentar colocarlo en el hueco del mueble donde tengo los libros de esta editorial y comprobar que no cabe. No tenía intención de empezarlo aún.
No tengo internet así que de Leo F. no sé más que la información que viene en la solapa. Buscaría el nombre en Google solo para ver fotos suyas. Me gusta saber qué aspecto tiene la gente que escribe; un fetiche simplón.
Un dato curioso: el libro mide dos o tres centímetros más que los de otras colecciones de Caja Negra. Lo he descubierto al intentar colocarlo en el hueco del mueble donde tengo los libros de esta editorial y comprobar que no cabe.
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Viernes 16, 17.02
¿No es un poco flacucho el libro para titularse historia UNIVERSAL (200 páginas)? Es un bromista Leo F. Vamos, que parece que tiene humor el tipo. (El viaje inútil es todavía más flacuchito. Solo 100 páginas. Pero como suponía, no quiero que termine. Retraso el avance con cualquier excusa. Releo concentrado párrafos enteros. Gracias, Camila.)
Más tarde No conozco muchos after. Conocía, pero ya no. Me refiero a locales, claro; after como concepto hay muchos. El salón de una casa o la cocina, una acera, un coche, un pajar, un garaje, la playa al amanecer… A veces, cuando el after se convierte en el cierre poético de la noche se abre otro mundo imaginario que por un instante parece incluso hasta posible. Otras veces (muchas) no es más que una maratón de cuerpos drogados que no quieren separarse, que no tienen casa, como dicen algunos, porque muchas de las drogas que se echaron al cuerpo les impediría dormir y seguramente acabarían en sitios peores, que no son un after. Hay droga sin after pero no hay after sin droga (las escapadas anecdóticas para saciar una inquietud social-antropológica aquí no cuentan).
Sabes cuándo llegaste pero nunca está premeditado el momento de abandonarlo. El after es entonces una especie de comunidad improvisada, por necesidad, en la unión narcótica de la fiesta. Un carnaval. Un baile de máscaras. Una broma pesada a ojos del que comienza a su hora la rutina y no está para bromas, no. Ni puta la gracia. (Véase Facendera para una ficción sobre la naturaleza discursiva del after y los cuerpos drogados de la mano de Óscar García Sierra.)
¿Qué pensará Leo F.? Cuando lo lea a lo mejor me entero.

Más tarde (casi las 19.00)
Bueno, me animo. Me salto el prólogo y empiezo hasta que vengan a buscarme para salir.
Primer párrafo, escribe: «El humor como ejercicio temporal para la crítica. Bauticé esta primera frase con el nombre de After Psicoanalítico». Y vaya, cuando escribe el libro el autor está (parecido a mí) intentando hacer una tesis, «transicionar de loco a doctor», dice. ¿Qué utilidad tiene la teoría para una persona que no vive ni en la academia ni de la academia? ¿Qué vínculo existe entre un after y la escritura, el ensayo, el pensamiento? Dudo.
Ratitas sumisas y presumidas, hay que ser, para hacer carrera. La academia prefiere ignorar, suavizar, domar la calle: a demasiadas contradicciones quedaría expuesta.
Domingo 18, 17.37
Ayer no leí. Tampoco escribí una sola línea. Rodrigo se fue hoy a mediodía. Pasamos la noche juntos. No hubo after. Llevo unas cien páginas de la Historia universal… Interrumpí la lectura para comentar que hasta ahora Leo F. plantea ideas curiosas, no tanto radicales, en torno al consumo- abuso de drogas en ambientes recreativos. A menudo se acerca al campo metafórico y conceptual de la filosofía de Deleuze y Guattari, hace analogías entre el cuerpo sin órganos y el cuerpo drogado, habla de desterritorializaciones, rizomas, conectores, líneas de fuga, flujos, devenires… Leyó, seguro, Escrito con drogas de Sadie Plant.
Creo que siempre tuvo una recepción intensa el pensamiento de la pareja postestructuralista D&G en Brasil. Guattari visitó el país (Deleuze no viajaba) y si no me equivoco, en una conferencia universitaria le preguntaron:
—Guattari, ¿qué estás buscando, siempre de un lado para otro del mundo?
Y él respondió:
—El pueblo que falta.
Suely Rolnik, a partir del esquizoanálisis y las teorías sobre deseo y micropolítica, implementó este pensamiento en la práctica terapéutica; de ahí, a la descolonización del inconsciente. Y en San Pablo también, exiliado, el antropólogo y poeta argentino Néstor Perlongher hizo de las cartografías deseantes un método de estudio y análisis de la prostitución masculina con brillantes resultados. Leo F., sin embrago, se declara más próximo al cotizado artista contemporáneo Helio Oiticica, uno de los protagonistas de la renovación del arte brasileño durante los años sesenta, afín al tropicalismo inspirado en la psicodelia, la abstracción geométrica, el rock progresivo…
La perspectiva de Leo F. es más bien la del comisario de arte que se muestra especialmente interesado en la performance y aúna vida-arte-política con producción y crítica de las subjetividades (¿resuena…?): «toda esta cháchara sobre la “fiesta política” es solo una forma sencilla de comunicar lo que hemos estado haciendo, un modo de simplificar una experiencia más bien compleja para que más gente pueda entender y compartirla de alguna manera con nosotros. El placer es poder. […] Lo que hemos estado haciendo es buscar nuevas formas de vivir, una experiencia existencial que intenta ofrecer tanto una respuesta al fracaso del proyecto utópico de izquierda como una resistencia a esta estandarización de las formas de pensar, actuar y decir que nos imponen las ideologías» [Casi nada].
El placer es poder. […] Lo que hemos estado haciendo es buscar nuevas formas de vivir, una experiencia existencial que intenta ofrecer tanto una respuesta al fracaso de la utopía de izquierda como una resistencia a esta estandarización de las formas de pensar que nos imponen las
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Los cuerpos drogados serían pues cuerpos en escena o «cuerpo-escenario»; su potencial reside en un estar-en-el-mundo a contrapelo. Parecido a los propósitos del comunitarismo basado en la expansión de la conciencia, lo que (con muchos matices) se prestó a explorar Mark Fisher en sus textos sobre el Acid Communism. Pero lo interesante de la propuesta de Historia universal… es que se aleja del imaginario alucinógeno, expansivo, de búsqueda del afuera, priorizando el aquí y ahora de otras situaciones, como por ejemplo el abandono al baile durante una sesión de música electrónica mediado por el consumo de Calvin Klein o CK: cocaína y ketamina, juntas, de una. El baile, el movimiento, la expresión corporal, son aquí el núcleo duro del teatro-representación, de la comunión o rito que tiene lugar en/sobre la pista.

No obstante, con o sin psilocibina, existe un sustrato común que emparenta esta concepción con otras formulaciones mencionadas sobres estas líneas: la politización de la fiesta, del placer y del cuerpo drogado en escena, la reapropiación de determinados espacios urbanos entre los dominios público y privado, hasta llegar a la idea de un [Transcribo literal] «partido político-fiestero formado por un frente amplio, cuyo objetivo sería garantizar una mayoría parlamentaria que aprobara proyectos de ley estableciendo las pautas básicas para la implantación de un programa de desgobierno anarcoafterista en todas las unidades festivas de la nación. La propuesta…» TAKE IT EASY, LEO, que estamos a domingo… aunque tú sin duda eres un profesional en esto.
Y que no piense nadie que lo digo yo, por eso cito: «Rápidamente se convierte en rutina esto de las fiestas como estilo de vida y los larguíííííísimos afters y las expediciones clínicas a los agujeros del inconsciente. Dormí unas tres horitas después de la última gran maratón».
Aprovecho para señalar que la historia que contiene el libro es la de la organización de eventos colectivos del entorno (cosmopolita) del autor, la «escena techno paulista», desde una escritura memorística e inventiva en primera persona del singular. Va pasando por diferentes formatos como la carta (hay varias cartas, que a mi juicio contienen los pasajes más interesantes), la crónica o los juegos de esquemas-panfletos-tablas-tipografías-fotos. El autor explora lo que tiene de universal la economía libidinal de los cuerpos drogados desde lo mínimo, lo particular, que en su caso concreto él mismo encarna y protagoniza.
Domingo 18, 18.56
Nota 1: Las ficciones rehúyen los lugares comunes con mucha más facilidad que la teoría. Además, las ficciones nos pertenecen: son expresiones liberadas, generan su propio concepto de realidad. Y los cuerpos drogados habitan esa atmósfera de existencias y experiencias múltiples. Es como si los mitos perdurasen en cada uno de los gestos dulterados, de las pupilas como agujeros negros, infinitas, indescifrables.
Resulta casi tan importante una identidad como lo es un cuerpo. Casi. Porque un cuerpo drogado es especialista en ficciones, en cambiar de piel —de identidad— como de chaqueta. Porque lo necesita. ¿Mañana será otro día?
Domingo 18, 19.45
Sigo leyendo a mi ritmo. Paso la aspiradora. Escucho el mismo disco por tercera vez con el archivo de Word abierto. Nota 2.1: ¿Qué puede un cuerpo drogado? [Improviso] Sostenerse sobre el cúmulo de repeticiones que lo mantienen inesperadamente en pie. Sobrevivir. Es un artista del trapecio. Un cuerpo drogado aprende a existir varias veces por semana. Un cuerpo
drogado no necesita ser pensado ni teorizado ni ser crítico ni adoptar un significado único e indivisible. Un cuerpo drogado es una microesfera. Convive en pareja, no necesariamente sometido, sino de-pendiente. Disimula. Miente. Se cuenta. Nota 2.2: Completo con estas palabras de Leo F. que subrayé hace escasos minutos:
«Toda narrativa esconde una mentira en su interior, pero no todo el mundo está dispuesto a admitirlo. Todo es mentira, todo es representación. En la batalla de las narrativas hay un lado de la cama que está perdiendo. Con toda sinceridad, es necesario mentir más», fin de la carta a una amiga. Más tarde Vuelvo a leer, pero ahora los Diarios de Joe Orton. Empiezan a finales de año y anota en la entrada del primer viernes: «Al volver a casa me encontré con un escocés feo que dijo que le gustaba que le follaran. Me llevó en coche a un sitio y le follé contra una tapia. Me manché la manga de la gabardina de blanco. Creo que no se quitará. Desteto la Navidad». (El tipo —Orton, digo— no bebía apenas. Tampoco fumaba. Murió a martillazos, un año después de empezar el diario, a manos de su pareja. Vivían juntos.)
Estoy interesado en este formato de escritura desde el descubrimiento de la Novela luminosa de Levrero, que contiene su «Diario de la beca». Es el seguimiento de un fracaso que se convierte en una resplandeciente victoria: pues nunca consigue terminar los capítulos de la supuesta novela, es decir, cumplir con el objetivo para el cual la fundación Guggenheim le ha financiado, pero no deja de escribir.
Desde que dejé mi trabajo, en junio, para terminar una tesis en construcción, me impuse la tarea de escribir, fuese lo que fuese, todos los días. Empecé un diario con esta intención, para tener un espacio íntimo si las cosas se enredaban demasiado o si me atrancaba. El «Diario de la tesis». Avanzo en uno y otro documento al mismo tiempo y me funciona bien; por eso es que últimamente me interesan los diarios, en general.
Quizás retome la historia del after en otro momento. Quizás no.
Domingo 18, 21.11
Continué limpiando la casa. ¿Permanecerán estas ganas de no ver a nadie al menos hasta el próximo fin de semana? Me siento a gusto en el mood asocial. Descongelé dos pechugas de pollo para comer mañana. Espero conseguir unos días provechosos de trabajo en la tesis. Tengo dos o tres compromisos que no creo que me desconcentren demasiado. Tal vez aproveche para quedar con mi primo y tatuarme. Mañana Rodrigo vendrá a cenar y a dormir después de bailar. Tendré que salir, sí o sí, a por huevos al supermercado. De repente, la idea de no retomar la lectura del libro me ha generado inquietud. Si decido abandonarlo borraré estas notas o al menos no las enviaré para compartirlas. De lo contrario creo que estaría siendo demasiado injusto; un poco cruel.
De repente, la idea de no retomar la lectura del libro me ha generado inquietud. Si decido abandonarlo borraré estas notas o al menos no las enviaré para compartirlas. De lo contrario creo que estaría siendo demasiado injusto; un poco cruel.
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Domingo 18, 23.42
Lo terminé. Lectura funcional. Desapegada. No quiero glosar más contenidos. Solo señalar la posición de escritura no-académica y la permanente carga biográfica del conjunto, en ocasiones contradictorio, como no puede ser de otra forma, es decir, como una fiesta misma. Última cita: «El arte imita la vida que imita a la ketamina. Y el último que ríe es el que más dificultades tuvo para entender la broma. El chiste es contexto. El chiste es poder. A fin de cuentas todo giraba en torno a K».
Nota 3: [Y cierro] Recuerdo que hace unos años salí con una antigua compañera del curro por Madrid. La cosa duró varios días, aunque ella se retiró antes. Recuerdo que me escribió un sms poco después: «¿A eso le llamáis fiesta?» Yo estaba casi seguro de que una vez cruzado cierto límite aquello dejaría de interesarle. Recuerdo que no me sorprendió el sms. Cada uno llamamos a las cosas de una manera. A la fiesta también. Lo cierto es que estas narrativas son volátiles, que las definiciones cambian como lo hacen los cuerpos, a veces pronto, a veces nunca, y desde fuera es complicado participar en un naufragio por mucho que se diga colectivo. ¿Quién sabe lo que puede un cuerpo drogado? Yo no llego a alcanzarlo… a comprenderlo… me quedo a un punto, una coma, una raya… ¡Eso sí!, hacer carrera es lo contrario a ser crápulas, maleantes. Hay muchos tipos de fiesta: sobre todo la que terminó ayer, hoy, mañana. Y mañana puede no ser otro día. Si es necesario, dejémoslo pasar.