
Aunque las esponjas konjac llevan ya unos añitos entre nosotros, ha sido ahora cuando se ha popularizado su uso y cuando nos hemos dado cuenta de que son una maravilla. Porque los más de 100 años que las llevan usando las asiáticas (sí, esas mujeres con el mejor cutis del mundo) para limpiar su piel parecen no ser suficiente prueba…
Si su nombre te suena más a criatura abisal (por ejemplo) que a una herramienta de belleza, te ponemos en antecedentes: esta esponja está hecha de raíz de konjac, una planta asiática milenaria que está compuesta al 95% de agua y el resto, minerales. La peculiaridad que tiene es que, a simple vista y en seco, parece más un estropajo o una piedra pómez que una de las esponjas naturales más suaves que existen. La magia se produce al contacto con el agua: esta se hidrata rápidamente, se vuelve blanda y suave y adopta una textura similar a la de la silicona, que limpia a fondo la piel, ayuda a eliminar puntos negros y funciona como exfoliante natural.
Puedes añadir a tu esponja konjac tu limpiador habitual o darte una pasada sin producto alguno cada día, una vez te hayas desmaquillado y limpiado la cara. Cuando termines de utilizarla, déjala en un sitio que veas que puede secarse y endurecer bien… muchas de ellas suelen venir con un cordoncito para colgarla, ya que es bueno que la uses recién hidratada. Al ser fibras naturales y no llevar químicos, son aptas para todo tipo de pieles, incluso las atómicas y alérgicas. Eso sí, sea como sea tu piel e independientemente de la frecencia con la que la uses, se recomienda cambiar tu esponja konjac cada 2 o 3 meses, o cuando veas que empieza a oscurecerse o deteriorarse.

Algunas marcas las enriquecen con camomila o productos calmantes y lo cobran a precio de riñón pero, si lo que quieres es un producto natural y sin aditivos, puedes hacerte con una esponja konjac por un módico precio sin problemas. ¿No nos crees? Echa un ojo a nuestra selección, podrás ver el precio de cada una deslizando el ratón o tocando sobre la imagen.
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