Anoche soñé contigo

Anoche soñé contigo. Tú estabas ahí, en mi sueño, vestido con un elegante traje azul marino y con la sexy barba que te caracteriza. Era en una fiesta del fin del mundo, la celebración tenía un extraño ambiente de júbilo y temor mezclados con cócteles, adornos y música. Las imágenes eran borrosas, pero recuerdo una sensación de inquietud, exaltación y entusiasmo. Me sentía emocionado por estar contigo, bailando y contemplando tu rostro mientras me contabas lo mucho que te alegraba que finalmente estuviéramos juntos. Luego vino la catástrofe. 

La fiesta fue interrumpida por un grupo de personas armadas con metralletas, rifles y explosivos. Luego un temblor que hizo retumbar el salón se sumó a la incertidumbre y el miedo, provocando caos. Posterior a eso se abrieron las puertas del recinto, de pronto se abrieron muchas salidas para escapar. Era como si en medio de ese frenesí de desastres continuos, se hubieran creado muchas ventanas y puertas para huir. Tú me tomaste de la mano, me protegiste y salimos juntos. Contigo me sentí resguardado, a salvo, incluso emocionado de ser cuidado y protegido por un hombre como tú. 

Caminábamos por una calle estrecha, la gente circulaba a nuestro alrededor, había muchas casas de colores rojos intensos, verdes brillantes y ocres sobrios. En ese instante te dije que lo mucho que te quería, lo feliz y tranquilo que me sentía a tu lado. – Quiero estar siempre contigo, por favor no te vayas, quiéreme tanto como yo te deseo, estoy enamorado de ti. ¡Quiéreme, escógeme, ámame! Tú me miraste, me abrazaste y me diste un tierno beso que consumó nuestra atracción y confirmó la pasión que siento por ti. Corrimos entonces juntos hacia el anochecer que se vislumbraba en el horizonte, y yo sentí que mi vida estaba comenzando. 

¡Quiéreme, escógeme, ámame! Tú me miraste, me abrazaste y me diste un tierno beso que consumó nuestra atracción y confirmó la pasión que siento por ti. Corrimos entonces juntos hacia el anochecer que se vislumbraba en el horizonte, y yo sentí que mi vida estaba comenzando. 

Desperté con una sensación de serenidad. Miré por mi ventana para ver la luz del sol iluminar el patio y las plantas de mi jardín. Tomé mi móvil para ver si había algún mensaje tuyo. Ninguno. Asimilé lo que acababa de soñar, lo que recordaba del sueño, las sensaciones que experimenté, y llegué a la conclusión de que te extraño. Pensé en escribirte un mensaje, otro más, para decirte que anoche soñé contigo y que te extraño muchísimo. Lo escribí, pero no lo envíe. Lo que menos quiero es ser inoportuno o interrumpirte en un mal momento. Tengo miedo de que no volver a hablar contigo, me atormenta la idea de perderte, aunque me consuela el hecho de que, tal vez, jamás te tuve, que nunca estuvimos juntos. 

Sueño, Paul Delvaux

Tus mensajes me daban seguridad, certeza y confianza. Eras una presencia y compañía digital constante y hermosa. Nuestras conversaciones de la vida cotidiana eran un espacio de afecto y cariño que compartíamos cada día, a cada instante, en cada momento. Tu ausencia me enseñó lo mucho que te quiero, lo importante que eres en mi vida y todo lo que me gustas. Hoy, al día siguiente del sueño, me preguntaba sobre si sería prudente llamarte en tu cumpleaños (que será en unos días). 

Me desperté en medio de la noche, agitado, como excitado y ansioso, pensando en ti. Me tranquilicé leyendo un poco hasta volver a dormir. ¿Algún día dormiré contigo? ¿Alguna noche soñaremos juntos? Me gustaría escuchar tu voz otra vez, todavía tengo la esperanza de recibir un mensaje tuyo y conservo la ilusión de estar contigo, juntos, dormidos, soñando.

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