Las asambleas de los cuerpos confinados

El presente escrito concluye una serie de tres reflexiones sobre los efectos políticos, subjetivos y afectivos de la pandemia del virus SARS-CoV-2 a nivel g-local. Cada escrito ha pretendido ser una crónica personal del cruce por la pandemia, el confinamiento y el miedo.

León Andrés Damián

Nuestra existencia es un efímero suspiro del cosmos. Transitamos por los confines del universo en una enorme roca aclimatada, a merced del aliento frío del universo, entre sublimes agujeros negros devoradores de mundos, la opacidad enigmática de los planetas y la incandescencia del fulgor de las estrellas y los cometas. Las narrativas y ficciones sobre los hilos del tiempo, los diseños del espacio, las arquitecturas del poder, los edificios epistemológicos, las injerencias divinas, los templos de la existencia, son testimonios de nuestra sensibilidad ante la mortalidad, la finitud y la vida. 

Peter Sloterdijk, en su libro Sin Salvación. Tras las huellas de Heidegger (Akal, 2011), desarrolla teóricamente cuatro mecanismos cuyo engranaje, trenzado y operación permite las situaciones formadoras de subjetividad:

  1. la insulación es la capacidad de los cuerpos y las comunidades humanas para aislarse de los riesgos exteriores por medio de la construcción de muros que permiten ventajas climáticas en un primer momento, y que en un segundo tiempo son la base para fijar la diferencia entre lo que se consideran las nociones espaciales de lo exterior y lo interior.
  2. la exclusión corporal, mecanismo que, a partir de la invención de herramientas procedentes del uso combinado de la mano con artefactos del entorno, permite la habilidad técnica de una evitación positiva no deseada con el entorno inmediato, abriendo el horizonte de la prototécnica, el dominio, la huida y la manipulación, cortes o uniones sobre las cosas circundantes.
  3. la neotenia , concepto ampliamente desarrollado en la obra de Dany-Robert Dufour, que se refiere a los efectos de la fetalización, el inacabamiento orgánico y el desvalimiento para la supervivencia, que a su vez se traduce en la necesidad de cuidados vitales ampliamente prolongados en nuestra especie. Se trata de la inutilidad para sobrevivir por nuestra cuenta al nacer que hace necesario a otro semejante que venga a auxiliarnos, cuidarnos y protegernos, lo cual además es un proceso fundante de la subjetividad, el deseo y la propia existencia social del sujeto. En Cartas de la naturaleza humana, Dufour plantea que la neotenia ha requerido de habilidades protéticas para subsanar el desvalimiento y hacer frente al apremio de la vida. Conforme dicho apremio es cercado, las habilidades protéticas se vuelven inclusive lúdicas.
  4. la transferencia, es concepto psicoanalítico desarrollado principalmente por Freud y Lacan, que en palabras de Sloterdijk tiene como órgano universal al lenguaje que comanda las dinámicas de los afectos. 

Peter Sloterdijk en su libro Sin Salvación. Tras las huellas de Heidegger (Akal, 2011), desarrolla teóricamente cuatro mecanismos cuyo engranaje, trenzado y operación permite las situaciones formadoras de subjetividad: la insulación , la exclusión corporal , la neotenia y la transferencia

Si partimos de la premisa de intentar no quedar cautivos afectivamente, aún cuando nuestros cuerpos en su materialidad carnal se encuentran en un confinamiento necesario, ¿qué opciones tenemos?, ¿cuáles prácticas micropolíticas de cuidado, afectividad y diálogo podemos ejercitar? ¿de cuáles herramientas disponemos para crear dispositivos que permitan tejer lazos sociales inéditos de compañía para hacer menos letárgico el encierro?, ¿sobre cuáles temas podríamos discutir, analizar y conversar? El lenguaje, pensado como órgano que nos permite hacer transferencia de nuestros afectos, vehículo creador de espacios artificiales, de narrativas sensibles e ingrediente potenciador de la subjetividad, es clave en este proceso.  El lenguaje articulado como un ejercicio de poesía de la cercanía, permite la apropiación del mundo circundante, produce una tendencia de contacto, aún en la lejanía, que nos permite tomar lo extraño, lo inquietante y lo angustioso, para incluirlo en esferas habitables. Esferas que permiten vivir poéticamente por medio de los lazos transferenciales del lenguaje como órgano protético. Esferas y lazos que introducen un problema que nuevamente hay que enfatizar, justo en un momento histórico donde esos lazos se han cuarteado, y el deseo de exterminio y aniquilación asola la penumbra del planeta. Un primer ejercicio de las asambleas de los cuerpos confinados puede ser la convocatoria de los sentidos, los afectos, el miedo y el horror, los registros de nuestro encierro, las bitácoras de nuestros puntos de encuentro, para arrojar claridad sobre lo cercano, que es el espacio vivenciado en la experiencia del acontecimiento de una pandemia en las entrañas del capitalismo tecnocientífico. 

En Marcos de guerra. Las vidas lloradas (Paidós, 2010), Judith Butler teorizó, a partir de conflictos bélicos, a la precariedad no sólo como una condicionante existencial, sino que también resaltó que dentro de sus circunstancias de posibilidad todos nos encontramos inmersos en ella en distintos grados de riesgo, siendo propensos a caer en la indigencia, el daño corporal o la enfermedad, el acecho y la persecución social, o incluso la muerte, porque los procesos que condicionan su incidencia escapan de nuestro control. De hecho, si no hubiera ciertas situaciones excepcionales- así como la que estamos experimentando ahora mismo- que revelaran que no controlamos esos procesos de exposición al riesgo, a las enfermedades, a la precariedad o a la muerte, vía la administración dosificada de la vulnerabilidad de acuerdo con las particularidades de nuestros contextos situados g-localmente, dichos mecanismos permanecerían ocultos.

Más aún, si bien dependemos colectivamente de las estructuras, infraestructuras y organizaciones sociales, institucionales y económicas para vivir, las experiencias vitales son tangencialmente distintas dependiendo del estrato económico, político y social en el que nos encontremos. Por ejemplo, no es lo mismo ser un empresario o un banquero de mediana edad que cómodamente vive los días de cuarentena incluso con cierta tranquilidad y disfrute en su hogar a las afueras de Madrid, a ser una persona de la tercera edad, enferma y sin hogar expuesta directamente en las calles de New York a los riesgos del virus SARS-CoV-2

De igual manera, la acelerada diseminación de los contagios, teniendo como epicentro los principales enclaves económicos del planeta, que han estremecido los sistemas de salud pública, son el resultado de la privatización del bienestar, la gestión necropolítica de la vulnerabilidad y la especulación financiera sostenida en la marginación, la exclusión y la precariedad de las sociedades en contextos específicos y con efectos concretamente letales. Este punto no hay que perderlo de vista porque es lo que ha ocasionado que la pandemia de COVID-19 no sea un acontecimiento solamente biológico o de salubridad mundial, sino también una crisis económica, subjetiva, gubernamental y social a escala planetaria. A lo anterior tenemos que añadir otras dos cuestiones claves: primero, lo preocupante de la urgencia de algunas personas para demandar hacia sus respectivos gobiernos y autoridades la implementación de estados de excepción, toques de queda y medidas punitivas, así como su reiterada curiosidad no sólo por saber cómo sino cuándo se procederá con el uso de la fuerza del Estado para reprimir, encerrar y castigar a las personas para coaccionarlas a quedarse en casa, en lugar de promover una conciencia comunitaria de cuidado mutuo; y segundo, que no existe, al parecer en ninguna parte, una seguridad social y económica que permita una cuarentena en casa para toda la población, porque incluso, en los casos más delicados, hay personas que ni siquiera tienen casa. 

Cuerpos aliados y lucha política de Judith Butler es un libro de partida para los debates venideros sobre la vulnerabilidad de los cuerpos, las políticas de salud pública y lo necesario de las coaliciones entre conjuntos de subalternos que tengan como referencias los puntos de intersección en las opresiones, más que las diatribas y los escarnios, con sus inevitables y necesarios disensos consustanciales. En este libro, Butler realiza algunas primeras aportaciones teóricas sobre la performatividad política del dispositivo subjetivo de la asamblea. Por más paradójico que pueda parecer, creo que ahora mismo se han dado las condiciones para que sucedan un conjunto planetario de asambleas de cuerpos confinados, vulnerables y precarios que mañana, cuando salgan a las calles, tendrán una nueva perspectiva sobre sus consignas, sus opresiones y sus realidades.  

No estoy muy seguro de que la pandemia del virus SARS-CoV-2 sea un golpe al capitalismo a lo Kill Bill – como afirmó Slavoj ŽiŽek – o bien, que las medidas implementadas por los gobiernos, los lazos sociales comunitarios o las alternativas que se pongan en marcha para paliar los efectos de la cuarentena, los contagios y las muertes, nos sitúen frente a la instauración de políticas anticapitalistas. La pandemia sin duda, por suerte, y aún con la inseguridad de saber sus mortales consecuencias, pasará. Sin embargo, lamento decirles, que el capitalismo tecnocientífico y heteropatriarcal se adaptará al virus, reanimando sus mecanismos que mutarán sus dispositivos, y sobrevivirá. Nuestros cuerpos son mortales y el capitalismo es necrófilo. 

El privilegio social del confinamiento durante la pandemia, las restricciones de movilidad junto con las indicaciones de urgencia hacia prácticas de higiene necesarias, del acceso a tratamiento si resultamos infectados, y las probabilidades estadísticas de sobrevivir al virus, se insertan en un contexto condicionado por la interdependencia global, la inseguridad económica, sus impactos locales y sus potenciales y reales consecuencias letales. Estoy de acuerdo con Judith Butler cuando en su reflexión sobre la pandemia, El capitalismo tiene sus límites, afirma que el virus no discrimina; sin embargo, quiero enfatizar que eso no evita que la instrumentalización política sí lo haga, y que de hecho la segregación de clases ha endurecido sus mecanismos so pretexto de amenaza de muerte.  Francisco Brives es claro en su argumento sobre ¿Por qué el Covid-19 no nos va a cambiar en nada?

Nace una nueva clase, se impone un clasismo por estatus y se aclara bajo pena de multa cuál es en realidad tu estatus social, no el que te crees que tienes, sino el que en realidad eres. Ejemplo, yo estado, controlo si tú eres nueva clase social, acudo a tu terraza comunitaria (la privada es de la nueva elite social) para multarte por salir a respirar. Tú que tienes piscina en tu casa privada, sí estás bien para darte un chapuzón con cloro desinfectante; las piscinas comunitarias, esas no están bien. Este es el mensaje que quieren vendernos, todos unidos ante el coronavirus. TODOS ,porque la disidencia de las tdxs no la vamos a incorporar. La defensa de lo suyo frente a lo de ninguna. Nos la están colando. La violencia del secuestro improductivo frente a las bajas asumibles para no bloquear las camas de hospitales. Nos la están metiendo a pelo. El lenguaje de la guerra y la estructura militar frente al pacifismo y la no violencia. La defensa de la familia nuclear que puede enclaustrarse y gemir de gozo cada noche frente a las fluidas o poliamorosas que nos tienen vetadas las cuerpas de amantes. El placer está prohibido siempre que este sea entre maricas amantes de orgias (y si son catalanas más). ¿Dónde estaba este control de peligro público con los bucakes de los 90 en plena pandemia del sida? ¿Cuando clausuraron el Strong? ¿O La Men, el Troyans o el Odarko? Repito, nos la están clavando a pelo y con porras cargadas de nuevos fascismos vestidos de Coronas, virus y otras Herpes, digo Ertes.

Nace una nueva clase, se impone un clasismo por estatus y se aclara bajo pena de multa cuál es en realidad tu estatus social, no el que te crees que tienes, sino el que en realidad eres. Ejemplo, yo estado controlo si tú eres nueva clase social, acudo a tu terraza comunitaria (la privada es de la nueva elite social) para multarte por salir a respirar. Tú que tienes piscina en tu casa privada, sí estás bien para darte un chapuzón con cloro desinfectante; las piscinas comunitarias, esas no están bien. Este es el mensaje que quieren vendernos, todos unidos ante el coronavirus. TODOS (porque la disidencia de las tdxs no la vamos a incorporar). La defensa de lo suyo frente a lo de ninguna. Nos la están colando. La violencia del secuestro improductivo frente a las bajas asumibles para no bloquear las camas de hospitales. Nos la están metiendo a pelo. El lenguaje de la guerra y la estructura militar frente al pacifismo y la no violencia. La defensa de la familia nuclear que puede enclaustrarse y gemir de gozo cada noche frente a las fluidas o poliamorosas que nos tienen vetadas las cuerpas de amantes. El placer está prohibido siempre que este sea entre maricas amantes de orgias (y si son catalanas más). ¿Dónde estaba este control de peligro público con los bucakes de los 90 en plena pandemia del sida? ¿Cuando clausuraron el Strong? ¿O La Men, el Troyans o el Odarko? Repito, nos la están clavando a pelo y con porras cargadas de nuevos fascismos vestidos de Coronas, virus y otras Herpes, digo Ertes.

A lo anterior hay que sumar que los tendenciosos medios de comunicación más que informar para tranquilizar, manipulan para asustar y asegurar el tan preciado rating ahora con una verdadera audiencia cautiva. Nuestra pesadilla cotidiana durante el confinamiento de la pandemia es el sueño perfecto de la industria farmacopornográfica del entretenimiento: masturbación compulsiva cada hora con las webs porno liberadas, home office (si has tenido la suerte de conservar tu trabajo), comida por delivery fluyendo por las principales vías urbanas sin tráfico alguno con los repartidores en riesgo de infectarse, noticias alarmantes y el recuento de enfermos, muertos y sospechosos de nuevos contagios para el prime time, una píldora para dormir y listos para el día siguiente. ¿Todavía hay dudas de por qué esta situación de contingencia sanitaria mundial se ha regido por las gramáticas bélicas, las lógicas del mercado y las dinámicas de la segregación, la xenofobia y el racismo? Una idea de Paul B. Preciado en Aprendiendo del virus es clara 

El virus actúa a nuestra imagen y semejanza, no hace más que replicar, materializar, intensificar y extender a toda la población, las formas dominantes de gestión biopolítica y necropolítica que ya estaban trabajando sobre el territorio nacional y sus límites. De ahí que cada sociedad pueda definirse por la epidemia que la amenaza y por el modo de organizarse frente a ella.

Hoy la pandemia de virus SARS-CoV-2 es un colosal, poderoso y letal reflejo de nuestros tiempos. Su imparable propagación ha dejado ver las carencias de los sistemas de salud pública que por mucho tiempo se habían denunciado, pero que los gobiernos de los países nunca habían atendido con urgencia. La infección masiva de la propagación del Covid-19 ha puesto en evidencia también las limitaciones de la manufactura industrial y la distribución masiva de insumos médicos necesarios para la atención oportuna y urgente de enfermos en el mundo, las restricciones, complejidades y dificultades de las investigaciones biomédicas y los impedimentos epistemológicos y técnicos de las prácticas clínicas actuales, así como la gran mutación de las tecnologías políticas de la medicina, la ciencia, la economía y la gubernamentabilidad, explicitando los bordes suaves, los contornos difusos, los hilos viscosos, eléctricos, virales, oncológicos, seminales, sanguíneos y digitales que hoy dan forma a la producción de subjetividad. Entonces, siguiendo a Butler, un tema necesario para las asambleas de los cuerpos confinados es discutir las vidas precarias generalizadas y el compromiso ético de cohabitación global mediadas por diversas tecnologías, flujos y procesos. 

En la misma línea, considero que una de las lecciones más importantes que nos han legado los feminismos es la política de los cuidados y los afectos. Su cuestionamiento más prometedor cobra ahora un nuevo cariz político en lo que refiere a la ayuda mutua, la cooperación y los lazos de las micropolíticas en su trenzado con los procesos de la globalización, la necesidad de sistemas de salud pública y nuestro lugar en el planeta. Un horizonte en ciernes ha producido una mutación inédita y nos ha sumergido en la experiencia de habitar una atmósfera distante, higiénica, digitalmente mediada y arquitectónicamente fluida, que ha transformado nuestros espacios semiprivados en cápsulas de hibernación temporal. La replicación acelerada de microscópica información genética está produciendo cambios masivos en el planeta. La húmeda excreción ligeramente invisible de la respiración humana es un vehículo diseminador de un virus potencialmente letal que ha transformado nuestra percepción de la biosfera que habitamos, recordándonos cruelmente nuestra fragilidad, dependencia y precariedad con la estruendosa majestuosidad política del desasosiego por el ahora, el porvenir y el cuidado tecnificado, farmacológico y afectuoso de la vida, de nosotros, de mi cuerpo y de ti.  

Si el capitalismo necrófilo ya ha mutado con el virus, suena sensato intentar mutar también. Hasta hoy las metáforas del virus han sido bélicas y de peligro biológico: guerra, combate, miedo al contagio, confinamiento, trabajo en casa o sanción punitiva y escarnio, muerte, crisis, infección, putrefacción y cadáveres. Recupero aquí algunas ideas de Sergio Vega en La revolución de las pantallas cálidas: por un ciberfeminismo desde los cuidados, porque considero que mi argumento del parlamento de los cuerpos confinados es afín con la propuesta de alianza, comunidad y la solidaridad vía puentes eléctricos entre burbujas digitales que permitan hablar, conversar y sentir la calidez de la compañía. 

Para poder iniciar, seguir, completar el duelo, necesitamos hablar y hablar, aliarnos en una utopía digital en la que podamos sentir a cada instante que contamos con lugares cálidos en los que poder dar cierta estabilidad a la asimetría. […] Propongo, aunque sea bastante osado por mi parte, dar comienzo a La Revolución de las pantallas cálidas. Esas pantallas cálidas nos permitirán conversar en un diálogo incesante, cargado de esperanza, sin imposturas.

Introduzco aquí entonces dos flores de loto en el mar eléctrico y luminoso del internet para hacer mi aportación a las pantallas cálidas: el placer del sexo digital y el testimonio de cruzar la pandemia. Estos artilugios pueden ser tanto herramientas de curación afectiva, como documentos antagónicos de los archivos del futuro sobre nuestra mutación singular en el acontecimiento actual.   

El 21 de marzo de 2020 el diario El País publico una nota sobre Ocho detenidos por celebrar una orgía en Barcelona en pleno confinamiento por el coronavirus. De acuerdo con el reporte, en un piso turístico ubicado en la céntrica calle de Caspe de Barcelona tendría lugar una fiesta sexual entre al menos ocho hombres. Las personas encontradas en el domicilio fueron detenidas por portación de sustancias ilegales. Es interesante no perder de vista que el confinamiento obligatorio de la cuarentena no ha mermado las prácticas eróticas en algunas personas, y por supuesto es una evidencia de que los flujos de excitabilidad y el sexo siguen fluyendo, aún por los circuitos del encierro programado y la restricción sanitaria. De hecho, no me parece casualidad que la pornografía (la industria de entretenimiento más exitosa) tenga una función crucial en la actual contingencia sanitaria: Pornohub, portal de internet líder en contenidos porno, ha liberado su contenido premium en diferentes partes del mundo, al mismo tiempo que la producción y difusión de porno amateur en diversas páginas web tiene un considerable aumento, frente a una demanda, si bien no masiva, sí consistente de juguetes sexuales vía comercios electrónicos. Apaguemos las noticias y encendamos el porno. Lavemos nuestras manos también para el placer. Porque ante el aciago panorama, al menos el placer nos permite desconectarnos, por un instante, de la incertidumbre. La masturbación, el sexo on-line, y el sexting son algunas opciones. 

Es interesante no perder de vista que el confinamiento obligatorio de la cuarentena no ha mermado las prácticas eróticas en algunas personas, y por supuesto es una evidencia de que los flujos de excitabilidad y el sexo siguen fluyendo, aún por los circuitos del encierro programado y la restricción sanitaria. De hecho, no me parece casualidad que la pornografía (la industria de entretenimiento más exitosa) tenga una función crucial en la actual contingencia sanitaria: Pornohub, portal de internet líder en contenidos porno, ha liberado su contenido premium en diferentes partes del mundo, al mismo tiempo que la producción y difusión de porno amateur en diversas páginas web tiene un considerable aumento, frente a una demanda, si bien no masiva, sí consistente de juguetes sexuales vía comercios electrónicos. Apaguemos las noticias y encendamos el porno. Lavemos nuestras manos también para el placer. Porque ante el aciago panorama, al menos el placer nos permite desconectarnos, por un instante, de la incertidumbre. La masturbación, el sexo on-line, y el sexting son algunas opciones. 

La otra alternativa, púdica e íntima, es la narración, escritura o registro de la experiencia particular del encuentro con el virus y del tránsito por la pandemia. El 27 de marzo de 2020, el diario Libération publicó La conjuration des losers (La conspiración de los perdedores) de Paul B. Preciado. Lejos de ser un análisis teórico de la crisis o un comentario erudito sobre su impacto, se trata de una afable narración, una impronta subjetiva y un testimonio afectuoso sobre la vivencia de Paul al enfermar de Covid-19. Si bien es cierto que por el internet circulan otros escritos más analíticos y doctos de Preciado sobre el virus, particularmente su columna me parece mucho más interesante. De entrada agradezco su franqueza al compartir su temor a morir en soledad, hablar sobre la ansiedad y el impacto emocional que tuvo el aislamiento durante su convalecencia, porque yo mismo, sin estar enfermo, he experimentado también miedo e inseguridad, así como un lirismo acumulado que es impulsado por mi mente que constantemente piensa en lo que está sucediendo. Paul nos cuenta que luego de una semana con el virus, al levantarse de la cama, escribe a mano una poética y patética carta de amor para su ex, en un hermoso papel que introdujo en un sobre blanco y brillante, para luego desecharlo en un bote de basura, y finalmente descubrir al revisar su email un mensaje de ella titulado «Je pense à toi pendant la crise du virus» («Pienso en ti durante la crisis del virus»).

La ficción de Preciado me recordó el libro Citomegalovirus (Beatriz Viterbo, 2012), un diario de hospitalización escrito por el fotógrafo, novelista y cineasta Hervé Guibert. La narrativa de Guibert es un registro descriptivo, sencillo y breve sobre su hospitalización para recibir tratamiento por un citomegalovirus que atacó su ojo, y que infecta a personas con el sistema inmunológico debilitado, que se transmite por contacto directo con flujos corporales de cuerpos portadores, mismos que incluso pueden serlo sin enfermar y sin saber su condición clínica. No hay que olvidar que cuando se trata de virus, ser portador no necesariamente significa estar enfermo. El diario de Guibert nos habla desde el descarnado temor de morir, describiendo tenazmente el sufrimiento físico para atenuar poéticamente el dolor emocional. Su texto se encuentra teñido de afectos, de miedo, de lo que implica transitar por una enfermedad causada por un virus extraño que se aloja en nuestro cuerpo y que modifica nuestra vida.

No hay que olvidar que cuando se trata de virus, ser portador no necesariamente significa estar enfermo. El diario de Guibert nos habla desde el descarnado temor de morir, describiendo tenazmente el sufrimiento físico para atenuar poéticamente el dolor emocional. Su texto se encuentra teñido de afectos, de miedo, de lo que implica transitar por una enfermedad causada por un virus extraño que se aloja en nuestro cuerpo y que modifica nuestra vida.

Al releer su diario paradójicamente me siento acompañado por él, sus letras me abrazan y sus descripciones me dicen que todo estará bien. Su testimonio es a la vez un artilugio para sobrevivir, para domeñar la angustia y para apaciguar el miedo. El poder ensalmador de las palabras de Hervé calman mi temor, mostrándome que la poética del lenguaje es también un antídoto útil para la tortura mental que me aturde, transmutando mis ideas persecutorias en un tema de estudio y en un hilo de reflexión, para hacer mis días más soportables. Así recuerdo que “cuando vuelvo a sentir una emoción erótica, encuentro de nuevo un poco de vida en este baño de muerte” (p. 59). Escribiré para no tener miedo, dormiré para soñar con otro mundo, leeré en el brillo de las pantallas cálidas y me arroparé con el cariño de los cuerpos que me rodean. Ce soir, je pense à Hervé Guibert pendant la crise du virus.

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