Compañeros de armas en un ejército de amantes

Uno ve porno, el otro hace porno. Juntos escriben un relato erótico.

Ambos analizan el discurso; a uno le interesan los detalles sutiles e ínfimos de las formaciones del deseo y al otro las expresiones sociales, los gestos periféricos y sus códigos colectivos.

Dos formas de entender la realidad, el poder y la ficción, dos estilos de escribir sobre la política del lenguaje y la poética de las palabras.

Príncipes de múltiples batallas que piensan que compartir su corona es dar un paso atrás.

En uno hay desciframiento, el otro es transliteración. En ambos, metonimias y metáforas.   

Se tragan su lefa, se chupan los pitos, se comen los culos. Comparten caricias, convicciones, gustos, abrazos y ocasionalmente sueños. 

Los separan océanos de tiempo. Los une el espacio de las arquitecturas de diseño inmaterial. Están interconectados por átomos dispersos de luz y sonido en la piel cristalina del mundo, se acompañan en las prótesis y los pliegues de la realidad.

Uno expresa resignación sensata y entusiasta. El otro es un depresivo optimista y alegre.

Ambos tienen un ego descomunal comparable únicamente con su talento, inteligencia, belleza y atractivo físico; pero no dejan de ser un par de idiotas.  

Uno le reclama al otro ser desconsiderado con los planes para quedar; el otro le responde que le gusta montar drama. El primero lo niega y el segundo replica que no le extraña que le gusten las pollas con lo que adora montar un pollo, normal que le guste Butler con lo que le gusta la performance, y que le gusta tanto el drama que lo podría llamar Lope de Verga. El dramático le contesta al desconsiderado que es un tonto. Ambos tienen razón.

En un instante de eternidad fueron los amantes más afortunados de Madrid. 

Otro mal hábito de una perfecta simetría nocturna. Las cadenas significantes de la atracción. 

Uno utiliza las gramáticas del lenguaje como herramientas racionales. El otro prefiere la poesía somática expresada en el discurso como forma de mutación.

Uno es cósmico, el otro es vampírico.

Uno es la ilusión del amanecer, el otro es el vértigo de la noche.

Uno es práctico con su vida y el otro le gana tiempo a la muerte.

Uno es la tranquilidad y el calor del verano, el otro es el frío intenso del invierno.

Uno es el florecimiento de la primavera, el otro es la lluvia impredecible del otoño.

Uno huele muy bien y abraza con ternura. El otro solo quiere mimos y abrazos.

Amantes por las noches que intentan aprender a rimar juntos.

Uno es aire cálido y húmedo a alta presión, el otro aire frío y seco a baja presión. Juntos, la precipitación que forma una tormenta invernal.

Diferentes, en su consustancial individualidad. Distintos, en su particular egoísmo. Diversos y divergentes, en sus propios desafíos.

Uno es el calor de los rayos del sol que provocan la humedad, el otro es el frío nocturno que acompaña el roció del amanecer.

Se regalan sonrisas. Algunas sonrisas los ponen alegres, otras sonrisas les provocan tristezas. Se regalan palabras. Algunas palabras los ponen tristes, otras palabras les provocan alegrías. Sonrisas y palabras alegres y tristes, siempre con un significado tierno. La vulnerabilidad de la mirada y de las sonrisas y las palabras tiernas que se regalan el uno al otro.

Quizás…

A uno no le gusta perder, el otro apuesta fuerte sabiendo lo fácil que resulta perderlo todo. El primero ignora que en cada ocasión siempre se pierde algo, el segundo sospecha que la suerte se ha reído de él algunas veces. Pero no pueden decir que no son afortunados, cada uno a su manera y juntos todavía más.

No son tan importantes como ellos creen serlo, pero son más trascendentes de lo que pueden imaginar.

A uno no le interesa la posibilidad de la desaparición del otro, su vida no cambiará absolutamente nada en el transcurrir del tiempo, es casi como si no le importara perder las posibilidades con su compañero de juegos. Al otro, la ausencia persistente lo atormenta, el viaje por el tiempo, el espacio, la escritura y la memoria lo envuelven en un desfasaje entre pensar, imaginar, sentir y estar.

Dos errores, dos líneas difusas que se cruzan en una noche bajo el fulgor de las estrellas.

Moléculas aleatorias que se mezclan en besos, caricias, desencuentros y sorpresas. La emoción y la ilusión de un instante, el fuego de las palabras y su conexión con el cuerpo. El deseo expresado en la encarnación del sujeto.

Desde ambos lados, en una suave noche de invierno casi primaveral, con una sincronía atemporal y desfasada por las imágenes de los recuerdos íntimos y borrosos.

Cada uno tiene su versión de lo acontecido, pero, secretamente, uno desea que el otro coincida con sus interpretaciones, deslices, equivocaciones y lapsus.

La emoción y el alarde que, con un mínimo de honestidad descarada, exudan las palabras húmedas y las llamas ardientes al escuchar gemir sus nombres en la boca del otro. 

En ambos, la devoción desenfrenada e irónica por el registro formal de la voracidad intelectual.

Los perros y los zorros no usan pantalones.

Let me be the hero for once.

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