Las formas de consuelo.

He pensado en ese modo de agarrarse a la vida mientras una se despide. Detenerse en la belleza de lo más pequeño y cercano.

La huella, las manos de madre y el calor que irradian. Apenas unos segundos para pasar a ser eternidad. Las manos que se posan en la frente queriendo ser termómetro. Las palmas de esas manos recogen el rostro de la criatura en un gesto que parece pequeño aunque es la vida toda. Momentos fugaces de cuidados que quedarán en los huecos de la memoria, en el esqueleto de nuestros afectos.


La artista, investigadora y escritora Isabel de Naverán se desprende en y con su escritura, une los fragmentos de los pequeños actos cotidianos que conformaron la vida y que se fueron sucediendo en un adiós que nunca será. Su libro Ritual de Duelo (Consonni, 2022) es un acto político y privado de amor de una hija a su madre. Un recorrido por los pliegues del cuerpo, los códigos secretos, la energía que circula, la materia y los sueños que mientras dormimos nos van relatando las capas que nos visten.


El infortunio de la enfermedad de una madre, de su decisión de morir, el desinterés por el afuera. Un libro que huele, que toca, que te abraza. Una historia para leer lento, para releer con calma porque mientras avanzas por entre sus páginas eres consciente de que en ese acto de desprendimiento que mencionaba más arriba, y que contiene la escritura de Isabel de Naverán, hay implícito un acto de rotunda generosidad y de valentía; la generosidad y valentía de hablar de la enfermedad, de la memoria, de la muerte, del viaje entre aquí y allá.
Un libro que actúa como archivo, registro y álbum de los que acompañan en el tránsito a la muerte, de todas esas palabras que se eligen con cuidado para que nuestros muertos se lleven al otro lado. Una reivindicación de la autonomía, del derecho a decidir cuándo, cómo y con quiénes morir. Un homenaje a las profesionales de los cuidados paliativos, que con su mirada y actitud cargada de compasión y profesionalidad, hacen que el dolor que se abre paso con una fuerza arrolladora queme un poco menos, y eso ya es mucho.

Una historia para leer lento, para releer con calma porque mientras avanzas por entre sus páginas eres consciente de que en ese acto de desprendimiento que mencionaba más arriba, y que contiene la escritura de Isabel de Naverán, hay implícito un acto de rotunda generosidad y de v


Isabel de Naverán escribe que nuestros muertos nos empujan a hacer cosas y que siguen de otra manera sucediendo a nuestro lado, y que pueden darse de maneras aún desconocidas. Cómo curan y aligeran sus palabras. En la búsqueda de consuelo y en los últimos días su madre recitaba plegarias aprendidas hacía mucho tiempo. Las formas del consuelo.


La densidad de las palabras, el flujo de fuerzas, el amor de una hija a su madre y de una madre a su hija. Todo lo que somos de los que se fueron y como escribe Naverán: “dar cuenta de lo que soy de esas otras personas con quienes una intimidad gestual se ha conformado a base de rituales cotidianos que siguen dándose a pesar de su ausencia, sea transitoria o definitiva. Echar de menos debe ser eso. Una manera de estar, o una modalidad de la falta, de hacer a alguien de menos. Un hacer”.
Juntas.

Puedes encontrar este libro en tu librería preferida y en la web de Consonni editorial

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