La política del cuerpo. ‘Los pequeños brotes’ de Abel Azcona

Abel Azcona y esa honestidad en saberse consciente de que pocas armas son más políticas que el propio cuerpo y también que para sobrevivir en muchas ocasiones es necesario romper los trazos de lo decible. Abel Azcona y su mirar al infierno, y ese arrastrarte con él a la contemplación de todo aquello que no quieres mirar pero que se torna en obligatorio, si no quieres que el mundo esté habitado y dominado por los monstruos que caminan sin piedad, arrasando con las vidas y esperanzas de todos aquellos con los que se encuentran a su paso. Pienso en Abel Azcona y me viene a la memoria la escritura de Elfriede Jelinek y ese potencial que ambos tienen para morder bien fuerte y hacernos despertar de esa especie de letargo casi anestésico en el que estamos confinados, y de este macrosistema que se permite la licencia de jugar con la banalidad y las superficies. También pienso mucho en Abel Azcona y en la artista Annie Sprinkle y en aquella idea de lo que puede, o no puede un cuerpo.

Escribe Marina Garcés en su libro Un mundo común (Ediciones Bellaterra, 2017) que es en el ámbito artístico donde más se insiste en la necesidad de una repolitización de lo real, y escribe quela honestidad con lo real no se define por sus temas, por sus procesos ni por sus lugares, sino por la fuerza de su implicación y sus anhelos”. Y, Abel Azcona demuestra una rotunda honestidad en cada una de sus propuestas artísticas, perfomances, instalaciones, procesos de escritura e intervenciones.

Abel Azcona hace que me sienta incómodo y necesito agradecerle desde este texto que lo haga, porque es a través de esa interferencia que provoca en mis sentidos que un nuevo fluir de conciencia se expanda. Abel Azcona y la exploración poco piadosa que hace de la violencia del sistema patriarcal, de la violencia inserta en el diseño de unas políticas sociales que adolecen del que quizá debería ser su pilar fundamental: la escucha activa de la voz del otro, la compasión más que necesaria con el que tienes en frente de ti.

Abel Azcona hace que me sienta incómodo y necesito agradecerle desde este texto que lo haga, porque es a través de esa interferencia que provoca en mis sentidos que un nuevo fluir de conciencia se expanda. Abel Azcona y la exploración poco piadosa que hace de la violencia del sistema patriarcal, de la violencia inserta en el diseño de unas políticas sociales que adolecen del que quizá debería ser su pilar fundamental: la escucha activa de la voz del otro, la compasión más que necesaria con el que tienes en frente de ti.

Abel Azcona y el abandono, el suicidio, vivir en la calle, los diagnósticos psiquiátricos, los abusos sexuales, el exilio político, romper el silencio, el miedo a los abrazos, los dedos que tocan, los nombres tachados, la empatía necesaria, las preguntas sobre la prostitución y el aborto, las camas llenas o vacías, la gestación obligatoria, la soga en el cuello, el invierno necesario. Estos días de confinamiento descubrí el documental Serás Hombre dirigido por Isabel de Ocampo, el encuentro entre Abel Azcona y Javier Godino sigue sonando y sonando. No me atreví antes a leer el libro Los pequeños brotes (Editorial Dos Bigotes, 2019), estos días de tiempo prolongado me pierdo entre sus páginas, cierro párpados y sigo pensando en todos esos movimientos extremos, en la alianza con la locura, con la verdad o con la ficción. El cuerpo de Abel Azcona colapsa el sistema y lo interrumpe. Qué mirada tan enigmática.

Puesdes hacerte con este libro en la web de la editorial dos bigotes, en tu librería preferida o aquí.

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