Otros vendrán que menos machista te harán (o no)

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El machistómetro patrio reventó en los early’2000 gracias a Carlos «El Yoyas».

Hace 17 años, el entonces aún sorprendente Gran Hermano comenzaba su segunda edición con una sartenada de concursantes que, aunque ya se hacían una idea de lo que les esperaba al salir tras haber visto la primera entrega, todavía tenían un poco de esa «ingenuidad» de la que carecen los habitantes de la casa más famosa de Guadalix hoy día. En 2018, después de haber sido testigos de 17 ediciones con concursantes anónimos más 6 con concursantes VIP, en las que hemos visto convivir a famosos, el espectador medio de Gran Hermano ya lo ha visto todo. O casi.

Porque esta edición está siendo, de largo, la más machista. En plena era del #MeToo y en pleno auge feminista, el buque insignia de Zeppelin TV está a) usando a las mujeres para ofrecer un espectáculo bochornoso, y b) restándole importancia a las vergonzosas palabras machistas de algunos concursantes.

En 2001 conocimos a Carlos «El Yoyas», un personaje más cercano al Pirri o al Torete que a un concursante medio de telerrealidad que solo busca un sillón de colaborador en algún programa cuando abandone la casa (sobra decir que lo consiguió). Carlos no tardó en empezar una relación con la canaria Fayna, otra de las candidatas a llevarse el premio… y fue su actitud machista y violenta hacia su recién estrenada novia la que le otorgó el dudoso honor de ser el primer concursante en protagonizar una expulsión disciplinaria por parte del programa. Frases como «nena, hazme un Cola-Cao» o «te voy a meter dos yoyas» forman ya parte de la historia de la televisión y, en su día, la dirección de Gran Hermano decidió eliminarlo de la competición por ese comportamiento. Y a todos nos pareció bien, porque cómo no nos iba a parecer bien retirar del ojo público a semejante individuo.

Tras el programa, Carlos y Fayna siguieron juntos, se casaron, tuvieron hijos, y a principios de este año el catalán ha tenido que responder de las acusaciones de maltrato de Fayna.  De aquellos barros vienen estos lodos, que se dice. El Yoyas ha llevado toda su vida la merecida etiqueta de machista y violento, una suerte de letra escarlata que, contemplando la vergonzosa evolución social del programa en esta edición (la sexta del VIP), hoy nadie le hubiese colocado. Por comparación, simplemente. Porque lo que en 2001 el público consideró un machista y un mal ejemplo, ahora pasaría desapercibido entre los Susos, los Omares y compañía.

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Suso, tratar a una mujer es muy fácil: es un ser humano como tú, así que no le hagas o digas nada que no tolerarías que te hicieran o dijeran a ti.

Y con esto no defendemos la actitud del Yoyas, solo faltaría. Con esto queremos dejar patente que las tragaderas del público y de la organización del programa alarmantemente más mayores ahora que entonces. Que la productora en 2018 da manga ancha a los concursantes y, como mucho, les mete un toque de atención con la visita de su madre al confesionario para regañarle, como ha ocurrido con Suso. «Ayúdale a controlar sus emociones, que es la primera vez que se enamora», le pidió a Aurah (pareja de Suso en la casa) la madre de este. Señores, si un hombre de 25 años no sabe cómo tratar a una mujer de la que dice estar enamorado, su pareja no debe ejercer un rol maternal o proteccionista sobre él, al menos no en una relación igualitaria. Si un hombre no sabe cómo tratar a una mujer es solo y exclusivamente su problema.

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Omar se jacta de haber sufrido «la vida mártir» con su ex. El resto debe ser su pequeña venganza.

Peor aún es el caso de Omar Montes. El exnovio de Isa Pantoja instó a Asraf, otro de los concursantes, a meterse en la cama con una de sus compañeras de programa, que iba visiblemente ebria. Que iba más pedo que Alfredo, vamos. Y ante la negativa tajante de Asraf con un «no, tío, a mí no me va ese rollo (ese rollo de abusar de una mujer, se refiere)», Omar le espetó un «¿qué pasa, que no te gustan las chicas?». Uy, ¿eso es un poquitito de violencia machista, no, dirección de Gran Hermano? Pues parece ser que incitar al abuso es mucho menos grave que el «hazme un Cola-Cao» que puso al Yoyas de patitas en la calle, porque la organización del programa no ha borrado a Omar del mapa granhermanesco. Solo le nominó de manera disciplinaria, para dejar en manos de la audiencia si tal individuo merece seguir optando a un premio de un montón de pasta. Pero no se revelaron al resto de sus compañeros los motivos de tal nominación disciplinaria, no les abrieron los ojos mostrándole el tipo de persona con la que están conviviendo. Nos gustaría pensar que lo hicieron para que el resto de las mujeres no tenga miedo de compartir techo con tal ser, pero sinceramente, lo dudamos. Sobra decir que el público lo expulsó, que no toleró tal situación. Y también sobra decir que Omar sigue cada semana sentado en el plató del programa…. y cobrando por ello.

Estos sucesos, comparados con la salida del Yoyas de la casa en 2001, son la prueba de que, televisivamente, vamos hacia atrás. Hace 17 años no toleramos que una mujer tuviera que hacerle un Cola-Cao a su pareja solo porque este se lo pedía, pero hoy vemos el vídeo de Omar incitando a Asraf a abusar de Miriam con un montaje con música divertida y lo comentamos en Twitter desde nuestro activismo de sofá. A ver si es verdad eso de que la tele va a ser la caja tonta.

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