Nos han metido en la cabeza toda esta mierda «por nuestro bien»

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De toda la vida, a las mujeres nos han educado para que no nos violen, en lugar de educar a los hombres para no violar. Nos han metido en la cabeza que no tenemos que provocar situaciones desagradables, y que depende de nosotras que ellos «no nos hagan nada». Que podemos evitarlo si seguimos unas correctas pautas de comportamiento que nos han inculcado desde pequeñas como si de un mantra se tratase.

Si eres mujer (y si estás leyendo este blog tienes grandes posibilidades de serlo), seguro que te han dicho muchas de estas cosas más de una vez en tu vida. Seguro que tienes una clara imagen mental de tu madre repitiéndotelas constantemente durante tu adolescencia y las primeras noches que salías. De tu padre prohibiéndote hacer ciertas cosas «por si acaso». De tu abuela advirtiéndote que tengas cuidado. De tus amigas. De tu pareja. De todo el mundo.

Pero los consejos que nos han dado para que nadie nos haga daño han sido un error o, al menos, no han estado bien enfocados. Veamos unos ejemplos:

«No vuelvas a casa por zonas oscuras y sin gente».

«No vayáis las dos solas».

«No lleves esa falda tan corta».

«Una mujer borracha está en peligro».

«No mires directamente a ningún hombre cuando vayas caminando por la calle».

¿A quién no le han dado muchos de estos consejos, si no todos? ¿Y qué hemos hecho? Pues qué vamos a hacer, acatarlos e interiorizarlos como una verdad absoluta. Hemos aprendido muy bien la lección, hemos sido buenas chicas y hemos cumplido todo lo que se esperaba de nosotras para demostrar que sabemos cuidarnos y que nuestra seguridad es cosa nuestra. No hemos vuelto a casa solas de noche (¿dos mujeres solas siguen estando solas?), no nos hemos emborrachado más de la cuenta, vaya a ser, y en infinidad de ocasiones nos hemos cambiado de ropa antes de salir de casa porque teníamos la sensación de llevar poca tela encima.

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Nos hemos ido a casa antes que el resto de nuestros amigos, porque «con los chicos es diferente», decían nuestros padres pensando que era lo mejor para nosotras. Hemos agachado la cabeza por la calle cuando nos hemos cruzado con un desconocido, y le hemos hecho una foto a la placa identificativa del taxi en el que volvemos a casa porque oye, hasta que no entramos en el portal y cerramos la puerta no nos quedamos tranquilas.

Nos han enseñado a sospechar por nuestro bien. A vivir en continuo estado de alerta para que no nos pase nada. A pensar que cualquier hombre puede faltarnos al respeto (o algo más grave) y que no pase nada, que es nuestra culpa por no seguir las claras indicaciones que nos han dado. Nos han metido en una habitación en la que, en vez de poder abrir y cerrar la puerta con nuestra propia llave cuando se nos antoje, nos han obligado a estar empujándola con fuerza desde dentro para que no se cuele quien no queremos.

Porque, si pasara algo, además de torpes somos unas desobedientes. 

 

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