Mucha expectación se ha creado en torno a la secuela de Blade Runner, la película de cine neo-noir y ciencia ficción que nos trajo Ridley Scott en 1982. La cinta describía una realidad distópica donde, mediante ingeniería genética, se fabricaban humanos artificiales (replicantes) y se usaban como esclavos. Tras ser declarados ilegales, el agente Rick Deckard, fue el encargado de detener y “retirar” (en términos eufemísticos) dichos modelos.
La historia (que tiene numerosas lecturas a nivel filosófico, teológico y emocional) se ve ahora acompañada de una segunda parte que, desde el anuncio de su rodaje, nos ha hecho fruncir el ceño a los seguidores acérrimos del film.
Esta continuación, ambientada en 2049 (30 años después de la primera), tiene un reparto de lujo lleno de nuevos personajes y antiguos caracteres, y ha corrido a cargo de Denis Villeneuve, un director con un universo muy especial y con la responsabilidad de mantenerse fiel a sí mismo y volver a hacer brillar la obra maestra de Ridley Scott, tarea que, en un principio, parecía bastante compleja.
Hemos visto la película y, amores y desamores subjetivos aparte, estos son los motivos a favor y en contra de esta segunda parte/continuación/secuela de una de nuestras películas favoritas. Vamos a tope con los spoilers, que avisar está muy de moda.
¿Por qué sentarte frente a la pantalla con unas palomitas tamaño XL? Porque…
- Denis Villeneuve ha impreso su estilo a la película sin invadir la original. No ha mordido más de lo que podía tragar, y eso se agradece. Algunas de sus obras anteriores (como Enemy, Incendies o Sicario) nos hacían pensar que era la persona correcta, aunque no sabíamos cuánto ego iba a necesitar volcar en la historia.
- La historia nos da respuestas con respecto a la primera parte (puede que demasiadas), pero es coherente en todo momento.
- Mantiene el ritmo y la meteorología cambiante de tan peculiar futuro distópico, donde nadie tiene ilusión por seguir adelante y donde necesitamos saber qué somos capaces de sentir para empezar a tener emociones.
- La lluvia. No hay nada más maravilloso que en Blade Runner que la lluvia.
- El encuentro y desencuentro con la propia identidad cómo forma de madurar y avanzar.
- La soledad que nos promete el futuro próximo… ¿o no tan próximo?
¿Por qué quedarte en casa y ahorrarte la pasta de la entrada? Porque…
- Los soliloquios de Wallace (Jared Leto) están más cercanos a su personaje del Joker que a un biogenético que juega a ser Dios.
- Los futuros roles de género que nos ofrece la película son absolutamente machistas: las mujeres son cosificadas, convertidas en hologramas para la conformidad emocional de los hombres. Pueden apagarse y encenderse a su antojo, es posible duplicar al amor de tu vida y usar otro cuerpo para hacer tangencial un amor programado por ordenador.
- No necesitábamos ver un duplicado de Rachael, ni siquiera para sobornar a Deckard. No nos van a hacer creer que ella no era única e irrepetible.
- Ver a Gaff en un geriátrico, enganchado a su clásico origami, es bastante deprimente.
- El personaje de Joy (interpretado por Ana de Armas) tiene demasiada relevancia, y todo lo que nos cuentan en esta historia ya lo hemos visto en Her (de Spike Jonze) y la serie Black Mirror previamente.
En general nuestra sensación ha sido muy positiva. Nos hemos emocionado al reencontrarnos con los antiguos personajes y ver cómo ha evolucionado uno de nuestros universos preferidos. ¿Debéis ir al cine a verla? Indudablemente sí.
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