Imaginemos un mundo en el que anualmente se viola, paliza, mutila, maltrata y asesina a decenas de miles de mujeres por el mero hecho de serlo. No hay necesidad de imaginar ese mundo: es el que habitamos. Es el arranque de Los hombres que odian a las mujeres, un completísimo e imprescindible ensayo de Laura Bates sobre las subculturas misóginas online.
Desde que la periodista creó en 2012 su proyecto Sexismo Cotidiano, cuyo propósito era denunciar las micro y macroagresiones que se viven a diario en todo el mundo, ha recibido miles de mensajes y correos con insultos, burlas, vejaciones y amenazas de todo tipo: esto es lo que implica ser mujer, feminista y activista en Internet. Es una prueba de que los hombres que odian a las mujeres se cuentan por millones, aunque muchos de ellos —muchísimos— ignoran que están infectados por una mayor o menor carga de misoginia.
En las diferentes subculturas virtuales estos hombres están unidos por un código compartido de odio virulento: son los habitantes de un ecosistema interconectado llamado machoesfera, una cadena cuyos eslabones se analizan en este ensayo y que tiene estrechas y palpitantes relaciones con otras comunidades virtuales, como los trolls, a quienes se les dedica un capítulo entero. La raíz común de todas ellas es una masculinidad tóxica, enfermiza, que constituye un verdadero problema para los numerosos problemas legítimos que sí afectan a la vida de los hombres. A nivel superficial no todo parece violencia, ni siquiera misoginia, dice Bates; por eso es tan difícil de detectar. El sistema, para alcanzar un éxito tan rotundo y abrumador, está camuflado de un modo que resulta indetectable y abrirse paso; primero por webs, después por redes sociales, hasta llegar a los medios, a la política, a la comunicación interpersonal, al día a día.

Contra la creencia extendida de que no es positivo hablar de estos grupos y darles así una potencial “publicidad” que “legitimaría” sus acciones, Bates señala que es necesario ahondar en el “pegamento” que mantiene unidos a los chicos y a los hombres en esa ideología, en las razones que les acercan a ella, cómo se difunde y por qué; y, sobre todo, qué necesitamos para combatirla. Porque, de hecho, este odio exacerbado se beneficia precisamente de la normalización y el silencio. Los argumentos manidos que utilizan jóvenes y adultos cada vez más vulnerables se replican como en una cámara de eco virtual, por lo que hablamos de un sistema al que no en vano la autora se refiere en varias ocasiones como una cadena (o un iceberg, cuya punta son las agresiones visibles, el terrorismo, los feminicidios).
Contra la creencia extendida de que no es positivo hablar de estos grupos y darles así una potencial “publicidad” que “legitimaría” sus acciones, Bates señala que es necesario ahondar en las razones y, sobre todo, qué necesitamos para combatirla.
En el ensayo se analiza entre otras la tribu incel, una comunidad muy jerarquizada que capta activamente a miembros y que se dedica a culpar a las mujeres de todas las desdichas masculinas posibles. Los incels son los máximos exponentes de la misoginia y rumian argumentos lunáticos acerca de una “conspiración ginocéntrica” que entiende el mundo como un sistema en el que todo está diseñado para beneficiar a las mujeres por encima de los hombres. La propia autora se hizo pasar por un incel para investigar foros y comunidades como un participante silencioso, y descubrió atrocidades publicadas en abierto, como hilos a favor de que se legalizara la violación. Hay mucho más, esto es solo un pequeño botón de muestra. Bates ahonda en el argot propio de esta “secta” y también da cuenta de los horribles crímenes perpetrados por incels que saltaron de Internet a las calles y terminaron en matanzas, algunas de ellas retransmitidas como shows y posteriormente viralizadas.
Los incels son los máximos exponentes de la misoginia y rumian argumentos lunáticos acerca de una “conspiración ginocéntrica” que entiende el mundo como un sistema en el que todo está diseñado para beneficiar a las mujeres por encima de los hombres.
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Quizá esta es la más conocida y ciertamente es una comunidad inmensa, pero hay más, igualmente peligrosas. Los artistas de la seducción cobran miles de dólares por cursos y hasta campamentos en los que enseñan a hombres a “cazar” mujeres, y a concienciarles de que no pueden tomar un «No» por respuesta. Cabe señalar que, aunque el libro analiza el panorama virtual en Reino Unido y Estados Unidos, tristemente también han llegado a España estos gurús que explotan los peores miedos de los hombres. No en vano hablamos de una industria internacional en auge.
Un viaje hacia las comunidades más turbias y oscuras de Internet puede suponer un alto impacto emocional, como adelanta la autora en el prólogo. El análisis continúa de tal manera, e hilando tan fino, que terminamos el libro exhaustas: maltratadores y asesinos que encuentran legitimados sus actos en los discursos eufemísticos de los medios de comunicación, hombres sin escrúpulos que sacan tajada de estas comunidades enfermas y ayudan a llevar sus discursos a altavoces que los amplifiquen, comunidades de hombres aterrados que definen movimientos históricos como el #MeToo como una caza de brujas; los «hombres que siguen su propio camino» o individuos que rehúyen todo tipo de relación con mujeres y hacen de ello una celebración compartida (en parte por los peligros que entraña exponerse a parásitos que se benefician del éxito masculino; en parte porque creen en el mito de que a ellos les tocará una de esas “denuncias falsas”; en parte porque no pueden permitirse el lujo de perder su soberanía y libertad), que aspiran a seguir las huellas de grandes hombres de la historia y actúan activamente para excluir a las mujeres de las comunidades virtuales.

Es tan incómodo para Bates desenmascarar a estas comunidades como para nosotras pasar por el trance de saber qué hay ahí fuera (en la red, en el mundo, en la política, en las escuelas). Miedo y asco, parafraseando a Hunter S. Thompson: un miedo y un asco tales que obligan, en ocasiones, a parar la lectura. A ser conscientes del potencial peligro que corremos en la red y a preguntarnos cuántos de los hombres que conocemos están expuestos a esta lacra infecciosa pero lo ignoran por completo.
Para profundizar en el tema puedes leer el anterior libro de la autora, Sexismo cotidiano, también editado por Capitán Swing. Cómpralos en tu librería o aquí.