CANIJO de Fernando Mansilla: más allá de una historia de quinquis.

Canijo de Fernando Mansilla (Barcelona 1956-Sevilla 2019), publicada por Barret en 2022, nos cuenta la historia de una Sevilla desconocida en los años anteriores a su apertura al mundo en la Expo 92. Calificada de novela de yonquis, quinquis o hiperrealismo sucio es la intrahistoria de una ciudad que vive el auge y la caída del negocio de la heroína en los años 80. La narración está dividida en dos partes: la primera Plaza del Pumarejo situada en los años 1980-1984, cuando el negocio de la heroína comienza en barrios como Las Tres Mil Viviendas, cuando todo es optimismo ante una nueva forma de subsistencia y nadie ve las consecuencias del negocio y consumo de heroína; y la segunda en la Alameda de Hércules entre 1987 y 1989, cuando se están sintiendo las causan más funestas del caballo: la ruina, la adicción, el SIDA, etc.

En este viaje a los infiernos de la droga nos guía Canijo, un músico de la clase media baja que está comenzando a consumir heroína. Él nos irá guiando por todos los barrios de Sevilla y sus gentes dando testimonio de dicha época y dicha localidad. En ambas partes de la novela reflexionará sobre los cambios y fluctuaciones de esta ciudad, que es más que un simple marco de la historia que nos cuenta, es otro personaje que, junto a sus habitantes, se está pudriendo interiormente y está en proceso de autodestrucción. La narración contiene, además, cuadros de gran contenido lírico-religioso, sentimiento siempre asociado a esta urbe, como la mujer del camello ayudando a su marido —desnudo, tendido sobre ella— a encontrarse una vena donde pincharse bajo la atónita mirada de sus hijos como si de una moderna representación de La Piedad se tratase.

Canijo nos narra épicamente el ir y el venir de la familia Molina, quienes cual héroes legendarios son víctimas de un exilio forzoso y han de restablecer su fama resurgiendo de sus propias cenizas lejos del que una vez fuese su hogar; la autodestrucción de Carlos Serena y sus amigos, representante de la población de clase media —incluso tirando a burguesa —que solo buscan en el caballo y en la cocaína un poco de diversión, que piensan que serán capaces de contralar la situación pero que realmente están jugándose la vida por meterse un pico; el infierno que viven los insignificantes yonquis anónimos que pueblan los barrios icónicos que recorren nuestros «héroes”, destruyéndose por un pico, esclavos de los narcos y de la droga, meros objetos histórico-decorativos esperando una muerte próxima, entre otros muchos otros personajes de igual interés.

Destaca la fluidez de la narrativa de Mansilla, en ocasiones “de película”, como ese momento al inicio de la novela en el que Pedrito defiende el negocio familiar en el patio del colegio bajo la atenta mirada de la chica que le gusta y bajo los golpes del clan enemigo. La venganza de la familia del chico desencadenará el flujo migratorio que convertirá a los Molina en los nuevos dioses del narco-Olimpo sevillano.  Este episodio conecta con la parte final donde el autor vuelve a intercalar, con gran maestría, planos y personajes, como si de un duelo en un spaguetti western de Sergio Leone se tratase.   A pesar de tener muchos elementos en común con las películas icónicas de Eloy de la Iglesia o de José Antonio de la Loma, encontramos aquí mucha más crueldad, más hiperrealidad y tristeza. No estamos ante una narrativa de aventuras, de persecuciones o de celebración de lo quinqui. Si bien es cierto que tenemos personajes icónicos sin nada que envidiar al Jaro, al Pirri o al Torete, estos no se mueven por motivaciones más ficcionales, como ocurría en Navajeros o El Pico, de tipo amoroso, de fama o la victoria del quinqui frente a lo establecido. A El Gamba y semejantes solo les obsesiona el poder colocarse y para ello serán capaces de hacer cualquier cosa, pues hasta la policía les dará carta blanca.

El infierno que viven los insignificantes yonquis anónimos que pueblan los barrios icónicos que recorren nuestros «héroes”, destruyéndose por un pico, esclavos de los narcos y de la droga, meros objetos histórico-decorativos esperando una muerte próxima

De lo que más me ha gustado de la novela, además del retrato de la Sevilla de los años 80 antes del blanqueamiento gubernamental que se realizó para montar la exposición mundial del 92, ha sido la transición, el desarrollo de los personajes, su hundimiento, sus motivaciones mortales y su descenso a lo más bajo del ser humano.  Muy interesante, también, es la narración de lo que realmente supuso la heroína y similares en muchas personas, no solo a nivel de adicción, sino a nivel familiar, social y como esto influyó en el desarrollo de la sociedad y el plano urbanístico. No es una historia edulcorada, es una historia dura, realista y que no duda en mostrarte lo peor del enganche: los síntomas del mono, el camino sin salida que muchos eligieron y las consecuencias que esto tenía y que nadie contaba.

Destacar la portada de Pablo Peña, un desplegable mapa de Sevilla a forma de brazo cuyas venas son las calles que recorreremos en la historia y que están a punto de recibir su dosis de caballo, que no hace más que anticipar lo que encontraremos en su interior.

Puedes hacerte con este libro en tu librería preferida o en la página de la editorial

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