I
desmembramiento digital
o las ganas que tengo
de dejarme los sesos corridos
por toda la pantalla
cybergore
a partir de la red social que me mató
II
El tren de los suicidas ha salido de la estación
Marinetti
el ojo de la pantalla
es una luz roja que se desborda por toda la habitación
ese punto que a veces parpadea
como adivinando y siguiendo mis pensamientos
una luz puede sonreír?
el ojo de la pantalla
algo anterior a la puesta en marcha
del sistema operativo
hoy funciona con wifi
(que también desborda
siempre desborda la potencia en mis manos)
/\/\/\/\/\/\/\ mis cosas ordenadas en la mesa
se tiñen de un violento rojo /\/\/\/\/\/\/\
una línea vertical
que tiende siempre a estirarse en el suelo como
ruido
escapa de la comisura de un ventilador interno
que refresca y reinicia
despierto y descubro
que nada está en su lugar
que la pantalla está rota
y yo despedazado (por dentro)
entropía generadora
de una fina inhumanidad
nace en mí como un xenomorfo
III
la filósofa se rasca la cabeza
ante la pregunta
qué hay de válido en una flor
para que sea digna de sobrevivir?
o dicho de otra forma
una flor nos debe sobrevivir?
no hay nada que sea mejor
que una supercomputadora
como máxima expresión de la humanidad
esto es
un logos que lo contiene todo
como siempre han querido los filósofos
IV
profeta del próximo vuelo de la mosca
todo es un atajo de ritmos y puntos
tejiéndose en el aire
prediciendo dónde caerá la mierda
todo son vueltas y nudos
que aprietan el sentido
hasta destruir su hilo y aguja
la mosca se queda quieta en el umbral de la puerta
sin atreverse a entrar pero sin irse
imposible saber lo que esta mosca quiere
más allá de una reorganización monstruosa
en un gigante informe de tres protuberancias
en cuyo interior toda posibilidad de movimientos
imposible saber siquiera su nombre
más allá del balbuceo de lo que una vez fue un zumbido
un lenguaje
y hoy es todo lo que queda: tragado y regurgitado
el mundo es carne de pesadillas artificiales
V
cada vez que apago la alarma del móvil
el sol es creado
las estrellas desplazadas
y la masa primigenia del big bang
reanima los átomos haciéndolos chocar
contra mi sueño
que es mucho sueño capital
(un proceso de todas las mañanas
que se repite cada vez que pospongo la alarma
y a los nueve minutos vuelve a sonar)
no nos equivoquemos
son los microsegundos del móvil los que crean
el algodón que afirmo con mi cabeza
ojalá habitase en un espacio
no
un espacio no
una latitud y longitud y extensión hacia delante y hacia atrás
una forma de flotar en la cuarta dimensión
afuera de todo
sin ser episteme ni logos
fluyendo continuamente
hacia un no sé qué más allá de mi mirada
ahí
estoy seguro
nunca habría alarma para trabajar
ni yo al que fraguar con el ritmo frenético del cosmos
cada mañana
qué sería de mi amor entonces?
una gran masa informe que amaría
eternamente
VI
ver morir la poesía entre la predicción del algoritmo
que me sigue a todas partes
ahogarla en la recargada noción de
novedad
ocultarme en la caprichosa decisión de parar
aprender a vernos morir en la poesía
cuando dejamos que el teclado predictivo
termine el encabalgamiento
de los dos partidos que no están abiertos
sea lo que sea que se pretende decir
me quedaré siempre en la cálida orilla humana
del deseo y la aprehensión
que hoy me atrevo a decir que es aburrida
pero bueno sí me parece muy interesante
(frase que suena a mí reflejándome en mí)
pero también es lo más importante para el futuro
(lo que más predice son conjunciones y preposiciones
algunos adjetivos, pocos sustantivos y aún menos verbos)
de la humanidad
(sabrán cuándo saltar para dejar más claro
su mensaje?)
escuchar a las máquinas es aprender a silenciar
el bullicio de mi respiración
llevar hasta las últimas consecuencias
la lectura obsesiva de esquelas
VII
Invasión alien en formato poesía
Lo que importa no es la enunciación del viento, sino el viento
Bataille
o
La poesía es una invasión, no una expresión
Land
Qué peligro querer definir una poética entera en unas cuantas notas que justifiquen una acción poética (que en verdad es ya política, pues una vez realizada la poesía tiene primacía la performance a la tesis, o al menos es el sabor dulce que queda en la boca). Y si he seguido correctamente el libro de Amy Ireland Filosofía-ficción, que es una excelente recopilación de ensayos publicada por la atrevida editorial Holobionte, creo que es lo que he intentado aquí mismo, sin saberlo por supuesto, al recrear o poner en práctica de alguna forma su teoría del poemameno… Una vez leído y procesado el libro, es fácil ver que el paso que existe entre la frase de Bataille que corona estas notas y la frase de Land es uno pequeño y resume a la perfección la poética filosófica de Amy Ireland: me parecen ambas muy importantes para entender desde dónde viene, ya que los dos pensadores ponen el acento en la forma de la poesía más que en su contenido, la diferencia radica en las consecuencias que se quieran sacar de ese acto, hasta dónde se atreven a llevar esa idea. La forma más radical de poesía que piensa Ireland es la de la invasión alien del poemameno, una expresión poética de la teleoplexia de Land, que es a su vez una expresión filosófica-poética del aceleracionismo más salvaje, el que no es solamente catástrofe (cambio de fase, pasado haciéndose pedazos), sino también anástrofe (futuro aglomerado): un futuro que no somos capaces de evitar porque se alimenta de la constante novedad, enfermedad crónica de la modernidad y del capitalismo, que tiende a la ocultación al surfear las olas del tiempo, pero que una vez nombrado puede ser conocido. Esto último implica una especie de maldad astuta inherente en él y de destino trágico de la humanidad, que para salvarse necesita dejar de ser solamente eso, humanidad pura basada en una epistemología trascendental kantiana, para ser algo más…

En palabras de la autora: “… el poemameno perfila una adherencia imprudente a la máxima modernista de que la novedad debe ser generada a toda costa, privilegiando cualquier tipo de experimentación formal (para desolación de cualquier forma inteligible) por encima de la preservación de lo humano, y asegurando la técnica a un vector inhumano de automatización en desenfreno que, para bien o para mal, traza el declive de los valores humanos a medida que la modernidad entrega estos últimos a su sucesor maquínico, en un cambio de fase que es fatal y definitivo” (el subrayado es mío). Más adelante dice: “Una poesía en aceleración que puja contra el umbral desmoronado de la inteligibilidad humana”. La epistemología es ya una totalmente cargada y difícil de discernir, por lo tanto habría que dar un paso más allá y encontrar ¿qué? Vislumbro un manifiesto en las palabras de Ireland, como también una advertencia. Una poética de sentido aceleracionista será la que busque la novedad máxima, y siguiendo a Ireland, la emergencia de la humanidad en este estado es el de la Inteligencia Artificial, una prefiguración del destino próximo: una inteligencia que no será antropomórfica, pues no se parecerá nada a nosotros y supuestamente tampoco ejecutará contenidos culturales parecidos a los nuestros. El formato poesía, tal y como estamos acostumbrados a ella, está en extinción, junto con sus creadores y lectores.
Una poética de sentido aceleracionista será la que busque la novedad máxima, y siguiendo a Ireland, la emergencia de la humanidad en este estado es el de la Inteligencia Artificial, una prefiguración del destino próximo: una inteligencia que no será antropomórfica.
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Y aquí es donde quiero parar yo. Primero por un miedo moralista a la falta de “valores humanos” de nuestros sucesores maquínicos: que no es que no tenga moralidad la IA, sino que no nos es posible reconocerla todavía, pues seguimos buscando rostros empáticos y simétricos al otro lado de la pantalla, cuando lo más seguro es que nunca los haya. Y segundo porque supongo que no estoy listo para la muerte del humanismo débil que manejamos hoy en día, tan cómodo para compaginar ser de izquierdas y vivir en Europa, y por supuesto tampoco quiero dejar de lado una expresión cultural que lleva siglos ayudándonos a entender la realidad (si estos poemas son algo, son la expresión en la que estoy aprendiendo a morir). Es cierto que la poesía siempre ha estado peleada con la filosofía, pero Ireland ha encontrado una manera bella de conjurarlas en un mismo espacio (bella y terriblemente radical, una peligrosa ensoñación sin garantías), tan diferente de otros acercamientos como el de María Zambrano, quien pensaba la poesía como otra forma de conocimiento, que despertaba a una realidad interior más verdadera, más auténtica y hasta utópica, con recuerdos del pasado antes de la caída. Aunque ambas coinciden en que hay algo oculto que la poesía puede desvelar, ese secreto es muy diferente e imposible de congeniar. Ireland encuentra en el interior más bien ruido, interferencias que vienen de fuera y que desbaratan el sentido de ese conocimiento, que se desborda y que desdobla el tiempo, creando entonces un futuro alíen, monstruoso, de callado alcance que solamente en la estética podrá ser representado, pero nunca con los códigos actuales, siempre con un paso más allá, que será también un paso desde el pasado, una espiral que viene y va. La poesía como guerra cósmica contra el espacio y el tiempo, contra sí misma…
La poesía como guerra cósmica contra el espacio y el tiempo, contra sí misma…
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Y si nada de esto tiene sentido es porque hay toda una filosofía detrás de tan tajantes enunciados míos y es mucho más interesante leer el libro de Ireland. Lo cierto es que me dejo muchas cosas fuera por temor a ser demasiado espeso, pero también porque me da miedo dejar de entender al tratar de explicar. Un fenómeno curioso con el poemameno, que sigue afectándome, en el sentido de que su presencia fantasmal, una vez aceptado y prefigurado el sentido que no sabía estos poemas podían tener, sigue estando ahí, sigue intentado buscar más sentidos, porque funciona como una máquina analítica: siempre busca una solución más simple a cada problema complejo, aunque eso implique crear otra máquina, otra inteligencia, tejiendo más y más significados y capas. Me temo que no parará hasta el momento en que se agote todo recurso de diálogo o poesía que exista en mi interior… pero para poner una nota esperanzadora en el futuro, creo que aún mi inhumanidad necesita crear sus propios monstruos para formar su irrealidad y ¿Quién va a ser ese monstruo si no yo mismo, ya un perfecto reducto, perfecto negativo?
Puedes hacerte con el libro Filosofía-ficción de Amy Ireland editado por Holobionte en la web de la editorial, en tu librería preferida o aquí.
Andrés Plascencia Madrid (Querétaro, México, 1996), escribe poesía y narrativa. Es autor del libro de cuentos Ciudad Real o una vida de mentiras (Fondo Editorial de Querétaro, 2015). Actualmente es librero de Contrabandos en el barrio de Lavapiés en Madrid, y también estudia el grado de filosofía en la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Puedes seguirle en su cuenta de Twitter e Instagram.
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