Madrid año dos de la era COVID. Nos conectamos junto a otras siete personas que no conocemos y que se encuentran en diferentes localizaciones a una sesión de comunicación por videoconferencia. Son las 20:00 de la tarde, aunque quedan un par de horas para el toque de queda, en la calle ya se siente el silencio, como en una estampida. Esto es un club de cine, un club de cine donde no veremos las películas juntas, sólo hablaremos de ellas. Sin presencia física, pero también sin distancia de seguridad, más allá de la que marca la propia tecnología, sin geles hidroalcóholicos y sin mascarilla. Podremos vernos las caras, las bocas que se mueven, las sonrisas.
Esto es un club de cine, sin presencia física, pero también sin distancia de seguridad, más allá de la que marca la propia tecnología, sin geles hidroalcóholicos y sin mascarilla. Podremos vernos las las caras, las bocas que se mueven, las sonrisas.
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Es la nueva era de la comunicación y quedamos para hablar de cine -curiosamente al que apenas podemos acudir- y de películas que hemos visto a través , posiblemente, de la misma pantallas por la que nos comunicamos ahora .
Quizá hace no tantos años, esto hubiera sido el comienzo de alguna película distópica que se hubiera unido a la selección que Layla Martínez nos propuso para la primera sesión de cine y utopía . Facilitado por la Editorial Episkaia, una vez al mes nos reuniremos para hablar de uno de los géneros que más se han nombrado en los últimos meses, el cine de ciencia ficción y distopía.
Layla Martínez, en su libro utopía es una isla nos enseña cómo la creación de utopías-algunas mas reales, otras más literarias- a lo largo de la historia, ha propulsado sin quererlo un empuje hacia una despertar social. Ahora, atrapados en la desidia, el aburrimiento y ,en casi todos los casos, el pesimismo, nos dejamos llevar por imágenes de futuros lúgubres y solitarios, donde las personas son enemigas y carecen de una red de apoyo y cuidados.
Layla Martínez, en su libro utopía es una isla nos enseña cómo la creación de utopías-algunas mas reales, otras más literarias- a lo largo de la historia, ha propulsado sin quererlo un empuje hacia una despertar social. Ahora, atrapados en la desidia, el aburrimiento y ,en casi todos los casos, el pesimismo, nos dejamos llevar por imágenes de futuros lúgubres y solitarios, donde las personas son enemigas y carecen de una red de apoyo y cuidados.
Las dos primeras propuestas para esta sesión de cine fueron las películas Snowpiercer ( Bong Joon-ho, 2013), Mad Max Fury Road (George Miller, 2015) y para el alumnado más aventajado El origen del planeta de los simios (Rupert Wyatt, 2011).

En estas sesiones, que repetiremos una vez al mes hasta junio, Layla nos propondrá unas cuestiones de salida, a partir de las cuales el grupo irá ahondado en sus percepciones y opiniones, cinematográficas y sociales, que surgen a través de estos films.
¿Y que conclusiones sacamos en esta primera entrega de nuestro club de cine y utopía?
La primera reflexión es sin duda ¿por qué todo el cine futurista es pesimista? parece que los cineastas no saben imaginar mundos mejores, las noticias no son halagüeñas, lo sabemos pero ¿ Por qué no nos pueden servir los productos culturales para plantar una semilla de mejora en cada uno de nosotros ? ¿Acaso no nos hemos vuelto todos adalides de la representación social en los productos recreativos? Personas racializadas, diversidad sexual y físicas, sabemos que es importantes, sabemos que lo que vemos muchas veces nos configura y si ya lo hacía en los 80-a base de VHS alquilados una vez por semana-ahora que somos producto de posthumanismo con un móvil pegado siempre a nuestras manos aún más. Quizá la utopía debiera ser la próxima búsqueda inclusiva en el mercado del entretenimiento.
Sabemos que lo que vemos muchas veces nos configura y si ya lo hacía en los 80ahora que somos producto de posthumanismo con un móvil pegado siempre a nuestras manos aún más. Quizá la utopía debiera ser la próxima búsqueda inclusiva en el mercado del entretenimiento.
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Layla nos señala durante la sesión cómo tanto Snowpierce, como Mad Max Fury Road son dos películas en las que hay un puerta abierta a la revolución, en ambos casos , las clases subalternas se rebelan sin miedo a la violencia en busca de un futuro mejor . Los aspectos comunes de control de la tecnología, totalitarismo y crisis climáticas/catástrofes naturales parecen evolucionar hacia el despertar de la conciencias, para contarnos en propias palabras de Layla, la historia de una revolución.
Pero, ¿hasta qué punto nos deja al cine pensar en una revolución factible?, ¿ pueden esas imágenes de revoluciones extremistas – malos malísimos, buenos con quienes te puedes identificar fácilmente – despertar nuestro riot power particular ?
Si Snowpierce parte de un tren tenebroso cuya clase baja vive en la oscuridad y según avanzan en «castas» la luz se va haciendo más presente, Mad Max tiene una luz sobresaturada de desierto arenoso que parece no dar lugar al escondite fácil. Lo que puede ser causa de aspectos estéticos, también tiene un gran sentido narrativo, el avance hasta llegar al objetivo de la utopía donde siempre se demuestra -esa pequeña moraleja- que la utopía no va a salvarte, que la utopía es uno mismo y es a partir de ahí desde donde tienes que trabajar.

Otro de los análisis que nos propuso Layla es el sesgo de género ¿puede haber ciencia ficción feminista/distopía feminista ? La literatur, de Russ, Pierce, Butler o Atwood entre muchas, lleva tiempo demostrando que sí, pero las revisiones feministas de este género en el cine son -salvo casos puntuales – bastante nuevas . Snowpierce no es un ejemplo, es un película con roles predominantemente masculinos donde las mujeres aparecen ridiculizadas -aun siendo representes de poder como el papel de Tilda Swinton– o son apoyo y representación de la diada cuidado/maternidad.
No es que el cine nos vaya a salvar la vida , pero lo mismo que buscamos representaciones de todo tipo de identidades en sus historias, necesitamos encontrar en el cine otros mundos mejores posibles, más habitables y más esperanzadores , como bien dice Layla en su libro: el hecho de imaginar siempre un futuro peor siempre nos hará caminar hacia ese futuro peor. Creemos oasis igualitarios donde habitar todos. Vamos a creer en la utopía.
Nos puede deslumbrar la utopía? ¿Cómo imaginamos los paisajes utópicos y revolucionarios? ¿Se construirán los cimientos del mundo nuevo posible sobre los escombros de esas “ruinas deseables”? ¿Es necesario el colapso para salir de la necropolítica del neoliberalismo?
Nos puede deslumbrar la utopía? ¿Cómo imaginamos los paisajes utópicos y revolucionarios? ¿Se construirán los cimientos del mundo nuevo posible sobre los escombros de esas “ruinas deseables”? ¿Es necesario el colapso para salir de la necropolítica del neoliberalismo?
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Suena y suena la idea de la producción cultural y qué tipo de interpretación y lectura harán sobre nuestras ansiedades colectivas los “arqueólogos del futuro” al analizar nuestros miedos y cómo los representamos en las pantallas.
En la próxima sesión de este particular cineclub veremos: El show de Truman, Big Fish, Pleasantville.
La fantasía y decir cosas que no nos permitirían decir de otra manera es quizá la grieta que nos queda.
Seguiremos viajando al futuro y también al pasado.

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