Autopsia de un orgasmo. Una carta de amor a Hervé Guibert

Todavía pienso en la muerte, pero tengo miedo de la destrucción de mi cuerpo. Su única imaginación posible ahora (además del desmayo, insuficiencia cardíaca) radica en la imagen de un abrazo con T., donde no me lo llevaría, pero donde, abrazándolo, sacaría una pistola de detrás del escondite de mi cama y volarme la cabeza. Le pediría entonces que no tema a los brillos que brotan a chorros, y que lo vea como un baile, un vals, el retorcimiento quizás obsceno que la muerte le dará a mi cuerpo.

Hervé Guibert, Le Mausolée des amants, París, Gallimard, 2001, p.148. 

Escribo sin pretensión de que alguien me lea. El destinatario de mi mensaje está muerto desde hace varios años, es un cadáver podrido que fue enterrado antes de mi nacimiento. Conocerlo a través de sus fotografías, sus grabaciones y sus libros, cambió mi vida. Estoy enamorado de la fantasía de su fantasma, del eco de su existencia y de la belleza de su obra. Me ilusionan las imágenes de su vida, las narraciones de sus conquistas, las descripciones de sus eyaculaciones y el registro de sus sufrimientos, tormentos y placeres. 

Te conocí un día impreciso de marzo leyendo documentos para mi tesis de maestría. En el libro La pasión de Michel Foucault de James Miller leí impreso tu nombre. Recordé que ya había tenido nociones de tu vida porque Paul B. Preciado te cita y, sin duda, se inspiró en ti para la composición de varios fragmentos del ahora imprescindible proyecto de filosofía contrasexual Texto Yonqui. En ese momento me pregunté: ¿Por qué dos grandes del pensamiento contemporáneo se encuentran unidos por tu vida y tu obra? ¿Qué relación hay entre la pandemia del sida, la muerte de Foucault y la producción de saber contrasexual a partir del principio de experimentación autocobaya? Cuando leí Al amigo que no me salvó la vida lo comprendí. 

¿Por qué dos grandes del pensamiento contemporáneo se encuentran unidos por tu vida y tu obra? ¿Qué relación hay entre la pandemia del sida, la muerte de Foucault y la producción de saber contrasexual a partir del principio de experimentación autocobaya? Cuando leí Al amigo que no me salvó la vida lo comprendí. 

Lloré por primera vez en el diván de mi psicoanalista hablando sobre ti, sobre tu experiencia con el sida y sobre la ternura de tu escritura. Al leer tu libro sentí rabia, desesperación, miedo, tristeza y angustia. Esa misma tarde, luego de mi sesión, acudí a una de las librerías que quedan a unas cuadras del consultorio de mi analista, para comprar Los perros seguido de Las aventuras singulares. Ese pequeño libro compuesto por relatos cortos y un cuento largo no sólo me excitó sexualmente, sino que me hizo admitir que me había enamorado de ti. Tu osadía, el desenfado, las sensuales descripciones de tus amoríos, me hicieron pensar en lo placentero que habría sido sentir tu cuerpo desnudo junto al mío. 

Luego me enteré de que también fuiste fotógrafo y que tu experimental obra es extensa. He pasado muchas horas en internet, contemplando en la pantalla de mi computadora, las imágenes que creaste. Cuando observo esas imágenes masculinas, mórbidas, tiernas o fantasmales que capturaste con tus cámaras, no dejo de pensar en lo hermoso que habría sido modelar para ti, quitarme la ropa frente a tu lente y dejarme capturar por tu mirada.

¿Será deseo, amor o excitación lo que siento por ti? Creo que lo que siento por ti es una forma que encontraste de seguir vivo después de morir. Tus escrituras visuales y tus imágenes textuales son hechizos, conjuros que te invocan desde el inframundo y te hacen existir nuevamente, por momentos efímeros, en la piel, la carne y la vida de los que contemplamos tu obra. Eres un demonio del deseo, una bestia del placer y un vampiro sediento de sangre, semen y testosterona. Cada uno de tus textos, de tus imágenes o filmaciones pueden ser leídas como una cicatriz que refleja los lugares malditos donde estuviste, los cuerpos con los que te empalmaste o los dolores que padeciste. Cada pieza de tu obra es la captura de un instante de eternidad, embalsamado con perfumes de olvido y esencias de tinta invisible. 

¿Será deseo, amor o excitación lo que siento por ti? Creo que lo que siento por ti es una forma que encontraste de seguir vivo después de morir. Tus escrituras visuales y tus imágenes textuales son hechizos, conjuros que te invocan te hacen existir nuevamente

Te admiro y te rindo culto como es debido. Tu elegancia al escribir, el desenfado y arrogancia de tus declaraciones y la hermosura de tus rizos dorados con tu penetrante mirada es lo que me cautiva. Ese es tu principal atributo, no tu belleza, tu inteligencia o tu atractivo, sino la sensibilidad de tu mirada. Con tu mirada creaste mundos insólitos y universos híbridos entre ficción y fantasía. Tus narrativas se producen en el cruce entre un sueño y su recuerdo, entre el recuerdo y la nostalgia. Habitas en las pantallas plateadas, te mueves entre las sombras y luces, y bailas en los lienzos blancos del papel. Con tu mirada has construido bastidores teñidos de afecto para tus amigos, amantes, familiares y enemigos. ¿Alguien te amó alguna vez así? ¿Quién fue el verdadero amor de tu vida? ¿Es que acaso lo único que buscabas era evadir el temor a la muerte con el consuelo del amor? 

La luminiscencia de tus creaciones y la franqueza de tus testimonios me conmueve. Tu obra es un archivo somático contrasexual. La descripción de la agonía, los retratos del placer y los montajes fúnebres, así como la intimidad del develamiento de los secretos, son piezas en las encrucijadas del destino, el azar y la sensibilidad de tus caricias multimedia. Eres el testimonio implacable de la emergencia de la pandemia del sida. Las partituras de tus composiciones, teñidas por tus ansiedades, tu crueldad, tus obsesiones y tu cinismo, sirven para interpretar melodías románticas, despiadadas elegías y dulces declaraciones. La magnífica poesía de tu vida se cristaliza en tus prosas experimentales donde desafías, gimes, lloras, eyaculas, escribes, y mueres. Tú entendiste inmediatamente que ante la condena cruel de la irrupción de la muerte, lo único que queda es escribir con el resguardo de la noche hasta el final. 

Quiero ser el modelo de uno de los personajes en tus historias. ¿Me protegerías con tus abrazos, tu ternura y tus cuidados? ¡Por favor ven por mí, protégeme! Tengo avidez de poseer tu cuerpo, quiero tener tu gracia, deseo vivir en tu corazón. Tu enigma es la autopsia de un orgasmo. Eres sensualidad, necrofilia y deseo. Estar enamorado de ti es como intentar cazar una sombra. Eres evanescente e intangible, pero siempre me acompañas con la oscuridad procedente de tu brillo. Querido Hervé, dime cómo ser uno de esos a los que amas. 

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