¿Y si en realidad el mundo ya se terminó y nunca lo supimos?

En el transcurso del año 2012 se decía, basándose en una interpretación laxa de una supuesta profecía atribuida a los mayas, que el mundo terminaría ese diciembre. Como sucede con todos los pronósticos apocalípticos, las cosas no sucedieron según lo anticipado. Pero, ¿y si en realidad el mundo sí terminó en diciembre del 2012 y nunca lo supimos? Tal vez ahora estamos viviendo los tiempos después del fin del mundo.


La narrativa de las películas de Hollywood nos prometió un final lleno de catástrofes naturales, destrucciones alienígenas y colapsos bursátiles inmediatos. Si nos detenemos un poco a razonar sobre lo que ha sucedido en la última década tal vez notemos con sorpresa que todo eso ha acontecido: la crisis ambiental es un hecho, la crisis económica una realidad y una pandemia impactó al planeta. Probablemente en tu vida íntima, conociste las dulces mieles del amor y los amargos tragos de las rupturas y los desengaños. Tuviste experiencias sexuales tanto inolvidablemente placenteras como memorialmente insatisfactorias, y tu vida cambió más o menos para bien y para mal en el transcurso de la misma década. Tragedias, alegrías, placer, dolor, vaivenes afectivos, fiascos económicos y tropiezos personales, son fragmentos de la historia singular en el cuento único de cada cuerpo que al mismo tiempo forma parte de otra gran narración de los acontecimientos planetarios que suceden en un suspiro del universo.

Probablemente conociste las dulces mieles del amor y los amargos tragos de las rupturas y los desengaños. Tuviste experiencias sexuales tanto inolvidablemente placenteras como memorialmente insatisfactorias, y tu vida cambió más o menos para bien y para mal en el transcurso de la misma década


¿Qué pasa después de que el mundo se acabe? ¿Qué hacemos después de que ese mundo que parecía seguro, estable, certero, cambie en un segundo? ¿Qué hacemos después de que nuestra pequeña burbuja nos explote en la cara?


A veces pienso que mi vida es la antología de muchos fragmentos de otras historias que van tejiéndose conforme avanza esa superstición que llamamos tiempo. Mis recuerdos son como novelas, cuentos y narraciones que le ocurrieron a otro. Confundo la ficción con la realidad al grado de que no puedo decir si mis vivencias me ocurrieron o las leí en algún otro sitio que ya tampoco puedo recordar. A ratos me siento el protagonista de mi propia serie, de mi propia novela, de mi propia ficción. Quiero creer que esa es una forma de vivir la eternidad de la escritura y la permanencia de un mensaje lanzado al futuro para enamorar otro cuerpo, enervar otra carne y excitar otro deseo, igual de bello, con mejor suerte.

Las historias que más me gustan son las que permiten imaginar lo que sigue después del final. Aquellas que únicamente muestran un fragmento de existencia, un trozo del relato, un pedazo de una vida, para luego decir que otras cosas pasaron y que las posibilidades fueron infinitas. Cuando pienso en mi vida, me digo, con indecorosa disimulación, que hace años tuve otras tres vidas, que terminaron con sus respectivos finales y tuvieron su reinicio en otras narraciones. Reencarnaciones en secuencia que luchan contra el olvido para hacer condescender mi miedo a la finitud, al desastre, a la muerte.


Mi mayor temor no son los momentos de concluir, sino ese momento previo que reta al protagonista a sobrevivir a la desgracia, a la tragedia, al derrumbe de su realidad. Ese instante feroz, ese segundo cruel, ese momento brutal que te cambia la vida destrozándola y haciéndola añicos. Mi angustia la controlo con fármacos, leyendo y escribiendo. Mi deseo lo domeño con las pulsiones para pulverizar mi terror por el porvenir. Mi melancolía se purifica al ritmo de la música electrónica. A veces quisiera despertar y creer que todo ha sido una pesadilla, un mal sueño que merece la pena olvidar. Tal vez tengo que aferrarme a la única esperanza de que todo estará bien. ¿Eso te pasa a ti?

En el gran escenario de la vida soy una multiplicidad de entusiastas antagónicos. Prefiero lo inimaginable de la ficción para conjurar los universos de lo posible. Creo que el mundo se terminó en el 2012, nadie lo dijo, y hemos estado viviendo así desde entonces. Por lo tanto, podemos considerarnos los primeros habitantes de otro planeta, de otra vida, de otras historias. Quiero escuchar la elegía de mi funeral y ser testigo del réquiem por mi existencia. Escribiré los cánticos precisos para homenajear a todos esos otros personajes importantes en cada una de mis tramas. Viviré en muchos cuerpos, experimentaré cuantiosas historias y escribiré crónicas interminables. Haré una última fiesta después del apocalipsis y el colapso final.

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