El sueño es una máquina semiótica del deseo, la imaginación una mixtura del anhelo de sensaciones y la fantasía una confesada añoranza del antojo por la dicha, la alegría, el tormento o el placer.
No me queda claro qué me atrajo de él. Es guapo, las fotografías de su Facebook capturan la fisiología de un bello rostro, en imágenes que permiten apreciar una mirada encantadora, un atractivo cautivador y una alegría desenfadada. Siempre me pregunto: ¿quién ha tenido la dicha, la fortuna, la oportunidad azarosa de haberte hecho sonreír ese día y haber capturado ese instante?
Lo primero que pensé es que era un hombre atractivo y conforme nos fuimos hablando confirmé que no sólo es agradable, sino que además es inteligente, lo cual hace peor las cosas porque lo vuelve interesante. Poco a poco supe de tu vida, tus gustos, tus intereses. Creo, o al menos quiero pensar que así es, que tú también te interesas en mí, aunque a veces sospecho que lo que te gusta de mí son sólo mis libros. En todo caso, a mí me gusta la idea de ti.
Lo primero que pensé es que era un hombre atractivo, conforme nos fuimos hablando confirmé que no sólo es agradable, sino que además es inteligente, lo cual hace peor las cosas porque lo vuelve interesante. Poco a poco supe de tu vida, tus gustos, tus intereses. Creo, o al menos quiero pensar que así es, que tú también te interesas en mí, aunque a veces sospecho que lo que te gusta de mí son sólo mis libros. En todo caso, a mí me gusta la idea de ti.
Me aterra pensar qué me sucede. ¿Cómo alguien puede atraerme tanto cuando sólo lo he visto en fotos, leo sus mensajes de texto, ocasionalmente escucho su voz en audio (oh, cierto, su voz también me encanta)? Peor, siento ocasionalmente celos y envidia de solo pensar en las personas que lo pueden ver a diario, cuando yo ni siquiera he podido abrazarlo una vez. Devastación.
No debería sorprenderme, reconozco que previamente me he enamorado de un muerto, de la idea de alguien, de la representación de su existencia y de la sensibilidad de su deseo. Hace un tiempo, supe que ese otro hombre murió de sida un poco antes de que yo naciera. Ni siquiera estuvimos vivos en un mismo instante en el planeta, pero a veces pienso que él respira en mi cuerpo, toca mis músculos y erecta mi sexo.
No debería sorprenderme, reconozco que previamente me he enamorado de un muerto, de la idea de alguien, de la representación de su existencia y de la sensibilidad de su deseo. Hace un tiempo, supe que ese otro hombre murió de sida un poco antes de que yo naciera. Ni siquiera estuvimos vivos en un mismo instante en el planeta, pero a veces pienso que él respira en mi cuerpo, toca mis músculos y erecta mi sexo.
Cuando veo la notificación de mi WhatsApp de un nuevo mensaje suyo, me pongo feliz. A veces imagino lo lindo que debe ser gustarle a alguien como él, lo cálido de sus abrazos, lo agradable de recibir sus cuidados y sus besos, lo excitante de estar dentro de su cuerpo y hacer que se derrame mientras gime, para luego, con una lluvia torrencial, truenos y relámpagos en invierno como telón de fondo, dormir juntos. Tengo fantasías en las que caminamos por las calles, tomamos café y tenemos conversaciones interminables. Otras ocasiones pienso en lo bonito que debe sentirse tomar su mano. También he pensado en si nos veríamos bien juntos en una foto.
Vivo entre lo imposible y lo improbable. Las tecnologías digitales me permiten cruzar las distancias y tenerle conmigo al mismo tiempo que estoy con él en cada mensaje, en cada suspiro y en cada buenos días al amanecer. La prótesis de internet vía los smartphones permite unir dos instantes en un espacio virtual inexistente, dos cuerpos que se abrazan en umbrales de luz, afectos que se conectan en el brillo de una pantalla. No sé qué me sucede, pero puedo decir que la escritura de un mensaje, la voz en un audio y la imagen digital son formas de presencia, cariño y cercanía, de igual modo que la imaginación, la fantasía y los sueños son también una manera de vivir.