‘Tierra de mujeres’ de María Sánchez : Manos y vínculos que importan

Su habitación propia de corteza y ramas

De cuadernos en blanco en los que nada fue escrito, aunque en ese nada escrito haya contenido un todo. De otras libretas en las que están apuntadas con firme devoción palabras que habitan en el más desapacible de los lugares: el de la frontera de la desaparición, porque quedan pocas personas que las pronuncien, las hablen, las conversen. Siempre nos quedarán las libretas de María Sánchez y ese juego conmovedor que practica devolviendo a la vida palabras usadas en el medio rural. Es imposible que, por ejemplo, venero deje de decirse, hagámoslo imposible.


En Tierra de mujeres, Una mirada íntima y familiar al mundo rural (Seix Barral, 2019), María Sánchez desarrolla un ejercicio literario magistral y profundamente hermoso de reconocimiento a las narrativas invisibles, a las voces de las mujeres que parecían estar en silencio pero que nunca lo estuvieron porque su presencia, su eco, fue el pilar de todo. Aunque muchos cometimos el inmenso desagravio de no pararnos unos minutos y ser conscientes de la magnitud de lo que que había en el hacer de sus manos, porque las manos de esas mujeres tejieron el vínculo, germinaron la tierra, nos acariciaron el rostro, cocinaron nuestros alimentos, nos contaron nuestras genealogías, con los secretos familiares incluidos, contados en bajito para que nadie que no formase parte del clan supiese lo que éramos, lo que somos. He encontrado en el libro de María las palabras exactas que definen lo que llevo tantos años sintiendo al contemplar las fotografías familiares que están enmarcadas en las estanterías, en los murales de las casas de mis abuelas mirándome desde el más allá con esa insistencia tan particular.


Escribe María en Tierra de Mujeres «Hay una fotografía suya que es como un pequeño latido», siento asombro ante estas palabras, ante esta idea. Porque es justo eso lo que siempre he pensado que son las fotografías y que nunca he podido expresar : pequeños latidos, que devuelven a la vida, de ahí la profunda emoción que sentimos al contemplarlas. Me encanta rememorar ese juego secreto al que jugábamos mi abuela y yo, y que consistía en sacar los viejos álbumes, las cajas de cartón donde estaban cobijadas las fotos familiares y que ella relatara lo que había de vida entera contenida en ellas. La descripción que hacía del instante de después de ser tomada la foto era siempre muy parecido, viajaba en el tiempo con una rapidez asombrosa, volvía a vivir allí, eso hacía que sintiese ese latido que atesoran las fotos.


María Sánchez nos cuenta en el libro que es veterinaria y que ejerce su profesión en el medio rural, que transita caminos y carreteras en soledad. Mientras leía su libro me acordaba de Gloria Steinem y su obra Mi vida en la carretera (Alpha Decay, 2016): «La carretera es complicada, de la misma forma que la vida es complicada. Nos aleja de la negación y nos conduce a la realidad, nos aparta de la teoría y nos lleva a la práctica, elimina las precauciones y te pone en marcha, te hace abandonar la estadística para entrar de lleno en las historias. En otras palabras, te saca de tu cabeza y se adentra en tu corazón». En Tierra de Mujeres, la autora, entra de lleno en el corazón, profundiza en las historias, en los detalles, en las voces de esas mujeres del medio rural. Enuncia un feminismo rural, que tiene conexiones con el ecofeminismo en esa espiritualidad, en esa relación trascendental, mágica de la que deberíamos ser conscientes porque hay algo más corpóreo, más instintivo y que nos hace irremediablemente más y mejores humanos, reivindica una materia, que tiene que ver con matriz y con madre. No hay nada sucio en la materia, nos recuerda, deberíamos apropiarnos y sabernos materia.

La autora María Sánchez

A María Sánchez le obsesionan las historias acerca de los vínculos, los rastrea, los explora, los investiga, porque esos vínculos son supervivencia. Nombrar, reconocer, conservar, cuidar. Resistirse de manera feroz a esa condescendencia tan ridícula en la que solemos caer, sin ser capaces de escuchar, de aprender del inmenso potencial que hay en nuestro mundo rural y en las voces de las mujeres que habitan en él. Tenemos la suerte de que en Tierra de Mujeres, María Sánchez haga de tejedora, de altavoz y plataforma de esas mujeres del medio rural y de que se reconozca y recupere su espacio. Que puedan construir su casa, que puedan dar cobijo a sus historias sin sentir temor ni vergüenza. Sin sentir menos que nadie me estremezco al pensar en la sororidad de esas mujeres que compartieron mesa camilla, círculo mientras tejían y que hacían el acto más radical que es conversar, protegerse, cuidarse.


Imprescindible, leer este libro. Puedes hacerte con él en tu librería preferida o aquí.

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