Yeguas exhaustas, de Bibiana Collado

Conozco a Bibiana desde hace años. Bueno, mejor dicho, conozco la poesía de Bibiana y, por tanto, por osmosis, a la Bibiana poeta a través de sus textos. Prefiero explicar esta diferencia porque en este texto voy a hablar de sinceridad, honestidad y de caretas.

En concreto, fue Certeza del colapso (2018, Premio Complutense de Literatura 2017) el libro a través del cual conocí su mundo, su elección para mostrar y ocultar su presente y su capacidad poética para revelarnos un momento personal (y no solo) muy específico que es el de darse cuenta de lo jodido que está uno, en el que el malestar se hace evidente. Y al pensar en ese primer libro, la primera palabra que me viene a la mente es honestidad. Y la honestidad no es perfecta ni rotunda, sino que está mordida, arañada, pero a la vez es íntegra y constante. Porque en la grieta que es ese libro Bibiana no se esconde, sino que nos muestra lo que sucede. Lo que le sucede.

Pero bueno, a ver, ¿por qué me lío yo a hablar de un poemario para hablar de esta novela? En primer lugar, porque quizá no hayáis leído ese libro y puede venir bien esa reflexión para completar la lectura de Yeguas exhaustas. Y, en segundo lugar porque, aunque este libro sea una novela Bibiana ha escrito 4 poemarios anteriormente y se nota en su novela.


Y bien, a lo que vamos: sobre Yeguas exhaustas lo primero que debo decir es que se trata de una narración potente y sincera en la que Bibiana nos muestra la vida de Beatriz y su entorno más cercano de una manera honesta y cruda:

«Cuando alguna vez le han preguntado a mi madre si quería a mi padre, cuando yo misma lo he hecho siendo ya mayorcita, ella no ha contestado nunca con un sí o un no. Siempre ha respondido “es muy trabajador”, a veces complementado con un “y nunca le han gustado mucho los bares”. No hace falta decir nada más, ¿verdad».

Como decía antes, Beatriz es la protagonista de la novela. Es difícil no imaginar a la propia autora en las situaciones narradas en el libro pero, la verdad, qué más da. Quiero decir, que es tan creíble lo sucedido (porque nos ha sucedido, porque ha sucedido a gente cercana o porque creemos a la narradora) que el juego de lo creíble funciona y ya es real. Porque Yeguas exhaustas habla de sucesos, incertidumbres y dolores reales compartidos por muchos.

Y esta realidad, una realidad que siempre queda fuera de «lo que se dice en los libros», porque eso no se puede decir: no podemos hablar de cómo es nuestra familia, lo que les pasa y lo que nos pasa a nosotros con ellos. No podemos hablar de la vergüenza. Tampoco de la inseguridad, aunque la inseguridad sea la apertura a cualquier tipo de escritura. No podemos decir que en nuestras casas no se leía y no se lee y que la vida, más allá del libro, es posible y no pasa nada. Tampoco que primero está el trabajo y luego el descansar del trabajo y tampoco queda tiempo para mucho más. No podemos decir eso porque entonces estaríamos admitiendo que no formamos parte de un linaje literario, cultural, que otros muchos apasionados por los libros sí que tienen (y que muestran y muestran sin parar) y esta mancha, este síndrome del impostor en la cultura (fíjate, la primera vez que lo pienso así) nunca se debe admitir de esta manera tan cruda.

Y esta realidad, una realidad que siempre queda fuera de «lo que se dice en los libros», porque eso no se puede decir: no podemos hablar de cómo es nuestra familia, lo que les pasa y lo que nos pasa a nosotros con ellos. No podemos hablar de la vergüenza.


Porque Bibiana/Beatriz estudió, sí, hizo posible el camino que se nos indicó, aunque, como la propia Bibiana dice en uno de sus poemas:

«Persisto en el intento.

Borro las líneas finas

de la falsilla

(…)

Para creer mis propias

palabras:

A mí no me va a pasar.

No me puede estar pasando»

y así, escribiendo y borrando, intentando y probándose, fracasando pero a la vez no tanto,  es como ella misma se reconoce y se ubica en muchos temas. Y, aunque esto no sé si se hace o no en una reseña de un libro, me parece que si os enseño los títulos de los capítulos os podréis hacer una idea de qué temas y qué mundos ha recorrido Beatriz en este libro:

De las dificultades para subir a un autobús.

  1. De cuando escuché por primera vez citar a Foucault y escribí en mis apuntes Fucó.
  2. De por qué empecé a escuchar Camela para que mi madre me quisiera (primera parte).
  3. De por qué empecé a escuchar Camela para que mi madre me quisiera (segunda parte).
  4. De por qué tengo miedo a mis alumnas (primera parte).
  5. De por qué tengo miedo a mis alumnas (segunda parte).
  6. Inciso I.
  7. De cuando la hija de andaluces quiso dar clase de catalán en una universidad extranjera.
  8. Inciso II.
  9. De cuando leí incestos en lugar de insectos (primera parte).
  10. Inciso III.
  11. De cuando leí incestos en lugar de insectos (segunda parte).
  12. Inciso IV.
  13. De cuando estalló el entusiasmo y yo freía croquetas.
  14. Remate.

Y si esta es la estructura, lo que hay dentro es una charla con una buena amiga, una entrega de alguien que tenemos cerca. Bibiana Collado, con una entereza y una confianza dignas de elogio, consigue esa sensación en el lector, una sensación de calidez y reconocimiento, pero no a través de un relato dramático o sórdido (que tiene momentos así), sino con la naturalidad y la buena escritura al contar su vida, sus procesos, sus inquietudes. El drama, la reflexión del drama y, por último, la memoria.

Quizá yo he leído este Yeguas exhaustas con más intensidad por la cercanía generacional (ella del 85, yo del 86) y me he reconocido fácilmente en muchas situaciones (seguro que tú también lo harás):  
La vergüenza al entrar en la universidad y sentir el «no sé lo que debo saber», la sensación constante de estafa del mercado laboral, la crítica al ámbito académico y cultural. También agradezco su manera frontal y honesta de retratar el dolor y el esfuerzo, la frustración y el trabajo de ella misma y de su entorno:

«Mi madre trabajaba como solo trabajan los que lo han pasado verdaderamente mal, ¿me explico? Trabajaba como si le fuera la vida en ello, aunque hiciera muchísimos años que no pasara hambre»

«Mi madre trabajaba como solo trabajan los que lo han pasado verdaderamente mal, ¿me explico? Trabajaba como si le fuera la vida en ello, aunque hiciera muchísimos años que no pasara hambre»

y ese mismo esfuerzo es con el que consiguió un Doctorado en un ambiente universitario infecto. Además, agradezco enormemente la lupa que Bibiana ha dejado a todos los hombres para que podamos entender mejor lo que significa tener la regla. Aquello que no nos atrevimos a preguntar, que no supimos entender, que no quisimos ver. Ese tabú que hemos conocido parcialmente a través de familiares, amigas o novias, pero que sigue siendo en su mayor parte un misterio y, gracias a su relato es menos maldito y más natural.


La lectura te hace llegar a preguntas y a respuestas desconocidas, pero a veces, en libros como este Yeguas exhaustas, también te hace llegar a preguntas y respuestas que no eran desconocidas sino que eran ignoradas. Y ya era hora de que salieran a la luz.

Puedes hacerte con este libro en tu librería preferida o en la web de la editorial.

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