En 1949, Maurice Blanchot, escritor y crítico literario, publicaba La Part du feu, ensayo sobre la creación literaria que toma su nombre de la expresión francesa «faire la part du feu», cuyo significado hace referencia a aquello que, en caso de incendio, se deja consumir por las llamas a cambio de salvar el resto, lo imprescindible, lo esencial. Esta analogía, aplicada por Blanchot a la literatura, es retomada (y traducida) por Pol Guasch (Tarragona, 1997) en La part del foc, XLIV Premio de Poesía Catalana Josep Maria López-Picó otorgado por el Ayuntamiento de Vallirana, reconducida hacia la poesía y el amor.

Traducido al español por Max Hidalgo para su reciente publicación por la editorial Ultramarinos, La parte del fuego es un texto poético en el que Guasch, con una escritura en la que da la sensación de que cada palabra ha sido elegida con especial precisión y detalle, se centra en reconstruir y montar una historia con aquello que desconocemos que, como anuncia en el primero de los poemas, es absolutamente todo (lo entregado al fuego y lo salvado). De esta forma, lo incognoscible, esa devastación que provoca la emoción de lo numénico a la que hace referencia el director editorial Unai Velasco en la nota inicial, es reconvertido al ser nombrado por el poeta: «Todo lo desconocemos. Pero de todo / podemos aún contar la historia».
Se centra en reconstruir y montar una historia con aquello que desconocemos que, como anuncia en el primero de los poemas, es absolutamente todo (lo entregado al fuego y lo salvado).
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Porque en La parte del fuego, su segundo poemario tras Tanta gana (LaBreu Edicions, 2018), Pol Guasch apela a las sensaciones, a la lluvia que cae, al sonido de los animales nocturnos, al movimiento del cuerpo (o al cuerpo en movimiento) como una suerte de autoexorcismo… En diálogo continuo con otros textos y poetas, el tarraconense construye un poemario en el que el poso de las acciones, los restos que deja el fuego en la frontera entre lo calcinado y lo salvado, se asemeja al desfase entre la palabra y su eco: Guasch escribe sobre el sentimiento de lo perdido, aquello que ya no está, casas vacías, espacios que no llegaron a habitarse, canciones que fueron escuchadas.
El nombre da forma y aniquila, anula y crea, y el fuego se cobra su parte. Las palabras que utiliza Guasch tienen la capacidad de abrir heridas y, tras ellas, el silencio es sinónimo de ceniza. Por tanto, la palabra del poeta es fuego, incendio, un recorrido por el aquí pretérito y por un condicional eternamente hipotético de posibilidades no cumplidas que aun así siguen dejando un poso, unas palabras calcinadas, un eco del incendio.
Puedes hacerte con este libro en tu librería favorita o en la web de Ultramarinos Editorial.