¡Solo en ti, Rahkti eterna, Jai Rahkti Ma, vivimos para siempre!
Lo místico y lo elevado frente a lo cotidiano. Arte y literatura. El cuerpo de las mujeres. Son estos los tres frentes principales que aborda Hemoderivadas (Aristas Martínez, 2022), la nueva novela de Ana Llurba, en la cual se narran los instantes previos a la exposición retrospectiva de mismo nombre de una provocadora artista, Pandora Ferreira-Bisset, en un museo de Zúrich. Tres también son las voces que cuentan y que componen esta sátira del mundo del arte contemporáneo, las de sus protagonistas: la del loco misticismo de Pandora, cuyo arte está influido por las ideas del movimiento Energía Menstrual Universal; la del academicismo de los textos elaborados por Renata Longhinini, la comisaria de la exposición; y la del tono humilde, como su origen, con el que la joven Estelita evoca su pasado y las circunstancias que la llevaron a formar parte de Némesis, la performance final de la exposición de Pandora y de la que es protagonista, mientras se aburre esperando a que llegue el momento de su actuación. Es difícil no empatizar con un personaje como Estelita y su forma de contar, con sus coloquialismos y su sintaxis breve y aparentemente desordenada, frente a la solemnidad, por no decir postureo, del estilo de Pandora, lleno de espiritualidad pasada por el filtro del esoterismo vendehúmos.
Ese contraste entre la espiritualidad y lo mundano, que va de los rezos de Pandora a al pis y la menstruación de Estelita, es una de las muchas muestras del humor que se gasta la novela, de ese que produce risa hasta hacer sangre
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Ese contraste entre la espiritualidad y lo mundano, que va de los rezos de Pandora al pis y la menstruación de Estelita, es una de las muchas muestras del humor que se gasta la novela, de ese que produce risa hasta hacer sangre —nunca mejor dicho, sobre todo por el valor de este elemento en el relato—. Hemoderivadas es una sátira del arte, la literatura y la cultura en general y sus circunstancias. Asuntos como la convivencia del artista con el público, la crítica, el academicismo y los comentarios y habladurías de la gente, o leyendas urbanas más bien, aparecen a lo largo del relato. Igualmente, el fracaso y la precariedad de quien se dedica al arte, más en el caso de las mujeres: Pandora ve cómo su exnovio, artista también, triunfa mientras ella no deja de recibir mensajes de deudas con la compañía telefónica. Pero también es una obra reflexiva, que propone un diálogo en torno a temas como la finalidad del arte —si debe ser reivindicativo, político, una mera broma o provocación; su institucionalidad— y el papel de la crítica —la desmitificación del autor, la separación entre obra y creador, la interpretación del texto, el papel de la mujer en una historia llena de machos—. A este respecto resultan tronchantes algunos de los textos de Renata, quien no parece acertar con el trascendental mensaje de la obra de Pandora. Un tema este, el de la interpretación, que ya sirvió de motor creativo en la anterior novela de Ana Llurba, La puerta el cielo (Aristas Martínez, 2018), en torno a la idea de Jorge Luis Borges sobre la religión como género de ciencia ficción. Y del mismo modo que el argentino, otros referentes se dejan caer a lo largo de Hemoderivadas: Angela Carter, Ursula K. Le Guin o Stanislaw Lem.
Y ya que estoy con cuestiones de teoría de literatura, donde me dejo a Mihaíl Bajtín y su dialogismo para no alargarme mucho —este texto es un simple reseña sin grandes pretensiones—, un aspecto interesante de la novela es el asunto de la remitificación y deconstrucción de símbolos masculinos, un leitmotiv de las Hemoderivadas de Pandora, en esa exageración crítica del esencialismo femenino que hace Llurba: por ejemplo, en la pieza titulada War is Menstrual Envy o su reinterpretación del mito freudiano de la envidia de pene que, en su vuelta de tuerca, pasa a ser envidia menstrual por parte de los hombres. Aunque más que de envidia habría que hablar de miedo, de estigma, de la tradicional toxicidad que se le ha adjudicado a la sangre menstrual. Estelita, a través de sus recuerdos, nos cuenta como ha sido considerada un engendro por su condición de mujer menstruante. Su sangre contamina, como si desprendiera residuos tóxicos.

Pero también es despreciada por su sobrepeso, por no responder a ideales estéticos, y sufre acoso por ello. Así pues, el cómo deber ser el cuerpo de la mujer es también otro de los temas destacados de la novela: a través de los textos de Renata en los que habla de la figura femenina en la mitología clásica, con referencias a la misoginia presente en los mitos grecolatinos; de las referencias a instintos vitales, cuando Estela no deja de repetir que tiene hambre, sufre dolores y calambres y se hace pis; de los intentos de Pandora por entrar en trance mediante la inspiración y respiración. Tampoco hay que olvidar la transfobia. Los pensamientos transexclusivos de una escisión de Energía Menstrual Universal parecen tuits escritos por Laura Freixas: «Desde tiempos inmemoriales, la conducta masculina ha sido intrusiva y competitiva. Por eso, su continua infiltración en movimientos constituidos exclusivamente por mujeres es alarmante. Ese es el caso de las lesbianas transexuales que se han colado en posiciones ejecutivas dentro de la comunidad feminista».
Pero también es despreciada por su sobrepeso, por no responder a ideales estéticos, y sufre acoso por ello. Así pues, el cómo deber ser el cuerpo de la mujer es también otro de los temas destacados de la novela.
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Precisamente este movimiento, Energía Menstrual Universal, que tanto ha influido en Pandora, muestra el último de los temas principales: el conflicto entre materialismo y espiritualidad. La obra no es tanto un ataque a esta última, cuanto más una crítica a la moda y al markenting de la espiritualidad. Mediante mantras, la artista intenta meditar, pero el móvil la distrae y la saca de su trance; o tira de verborrea New Age, pero termina recurriendo al trankimazin. Dichos por ella, los chacras y los términos de origen sánscrito se convierten en una jerga vendehúmos similar a los palabros en inglés utilizados en el mundo empresarial y las estafas piramidales, cuyos métodos son calcados a los de las sectas —me viene a la cabeza la película Espíritu sagrado (Chema García Ibarra, 2021) y ese momento en el que el protagonista ve por la tele un anuncio sobre un libro escrito por un supuesto empresario que «recopila saberes ancestrales y los aplica al mundo de los negocios»—. Muy logrado, por cierto, es el uso del flashback en la novela, en esos momentos en los que la narración del pasado es interrumpida por algo o alguien, tanto en Pandora como en Estelita, generan una sensación similar a cuando alguien te saca de tu estado de concentración. Pero su mayor virtud es sobre todo que se trata de un libro divertido, aunque contenga momentos duros y plantee muchas cuestiones. Y es que la reflexión cala mejor en la psique con la risa que con el sermón. O eso creo.
Puedes hacerte con este libro en tu librería preferida o en la web de Aristas Martínez.