Las cosas insignificantes de la vida

Pauline Réage escribió que raramente se perdona a quienes se ama las libertades que uno permite a todos los demás. ¿Qué cosa es el amor y por qué es tan cercano al dolor? ¿Es malo tener miedo? ¿Es acaso un síntoma de la cultura y la pedagogía de los afectos lo que habla a través de mi cuerpo y se manifiesta en mis tormentos? ¿Mis ansiedades provienen del mismo lugar que mis deseos y mis ensoñaciones contigo? ¿Cómo se resuelve la fragilidad de un vínculo cuando las historias que nos contamos son finitas? No soy más que un muchacho enamorado de ti, que ante la luz mortecina de la luna ruega temblando que ahora que nos hemos encontrado, reconocido y amado, nuestro amor persista.

¿Qué cosa es el amor y por qué es tan cercano al dolor? ¿Es acaso un síntoma de la cultura y la pedagogía de los afectos lo que habla a través de mi cuerpo y se manifiesta en mis tormentos? ¿Mis ansiedades provienen del mismo lugar que mis deseos y mis ensoñaciones contigo?

Cuando te conocí jamás imaginé todo lo que vendría después: el fracaso absoluto de la planeación definitiva de mi suicidio, la escritura y publicación de algunos de mis relatos, y tu amor. Cualquiera de nuestras vidas podría haber avanzado en otras direcciones paralelas, inversas o contrarias, pero todas esas posibilidades se han cruzado exactamente en nosotros, en nuestra piel y en nuestros besos. Nos encontramos al borde de la gloría y nuestra historia, breve pero intensa, es una tragedia tecnogriega en la que no estamos dispuestos a declinar. 

Entre lamentos extraviados podría escribir un inventario de los momentos ínfimos e insignificantes de una vida, que de pronto ante el ser amado se vuelven elementos cruciales, importantes y trascendentes, casi como si fueran condiciones de posibilidad con una extraña certeza de intima convicción. Esas cosas insignificantes son asociaciones de palabras que en lugar de mitigar un miedo que no puedo nombrar, provocan una vacuidad que no subraya las coincidencias o los antagonismos, sino las resonancias de las mistificaciones.

Entre lamentos extraviados podría escribir un inventario de los momentos ínfimos e insignificantes de una vida, que de pronto se vuelven elementos cruciales, importantes y trascendentes, casi como si fueran condiciones de posibilidad con una extraña certeza de intima convicción.

Quién eres, de dónde vienes, cuáles son los caminos que has recorrido, cómo es tu habitación, cómo has mantenido el brillo de tus ojos, cómo has podido ser feliz con alguien más, qué violencia ha engendrado lo que eres ahora, de dónde proviene el deseo que te habita, cómo escribiremos una historia juntos cuando vivimos después del fin del mundo. Tiendo a culparme a mí mismo por todas las piezas dispersas de temor, angustia y miedo. Durante tantas noches he eludido el dolor tu ausencia abrazando el recuerdo de tu sombra, que tengo miedo de que mis brazos olviden la sensación de tu cuerpo junto al mío. 

No tenemos suficientes complicidades que narrar por fuera de los difusos anhelos que bordean las fantasías. Hay más ficción en una página en blanco que letras en lo verídico de mi memoria contigo. Pero también, hay más epicentros de nostalgia, amor y memoria, en aquellas horas condesadas de los días compartidos, donde las escenas de las que somos actores y espectadores al mismo tiempo forman imágenes y recuerdos de los momentos infinitamente más importantes, valiosos y maravillosos en mi vida contigo. Pero la complicidad contigo supera todas mis expectativas, es tan intensa, tan contagiosa, tan seductora, que describo nuestra conexión, con sus claroscuros, como un hermoso y avasallante vértigo de vampirización.  

Recuerdo con una nitidez asombrosa la primera vez que ti. Inmediatamente me sentí conmovido por la ternura, el temor y la vulnerabilidad de tu mirada. Tus gestos eran de una delicadez y afectividad exquisita, casi como si cada movimiento fuera una caricia que se profería en el lienzo del tiempo para impregnar nuestras historias particulares que se confundía en un mismo impulso de deseo entre nosotros. Al estar entre tus brazos, mientras me cargabas y me besabas, nada más importaba, ni el mundo, ni la existencia, ni la realidad. Nosotros, juntos, escribimos, trazamos y efectuamos nuestra propia realidad compartida en una fabrica de sueños multisensorial. 

Nuestra historia todavía no está terminada y me agrada la idea de pensar que atravesamos el prólogo de otro tiempo por comenzar. Los más ardientes de los detalles son las confesiones nocturnas de las complicidades ensoñadas entre abrazos, besos, caricias y noches interminables. Las experiencias abren, en ocasiones cuando la angustia no se padece con demasiado sufrimiento, la búsqueda singular de otros saberes, de otros discursos, de otras escrituras, donde las inquietudes por los encuentros son el motor pulsional que las posibilita. Siempre, las experiencias venideras no tienen la garantía de saber cómo recibirlas. Por el contrario, los saberes previos, las vivencias pasadas, nunca alcanzan a ser suficientes ante los acontecimientos trascendentes de una vida. Nuestra historia es el tejido escritural de esas nuevas experiencias compartidas, en una loca complicidad nocturna y desenfrenada, matizada con infinita ternura, seducción, éxtasis y euforia. 

Los más ardientes de los detalles son las confesiones nocturnas de las complicidades ensoñadas entre abrazos, besos, caricias y noches interminables. Las experiencias abren, en ocasiones cuando la angustia no se padece con demasiado sufrimiento

Las insignificantes cosas de la vida tienen que ver con esas experiencias que uno permite a todos los demás, pero que raramente se perdonan a quienes se ama. Esas mismas insignificancias se tornan trascedentes, cruciales y vitales cuando son experimentadas en la complicidad de un amor, de una nueva historia, con sus vericuetos tragicómicos y a veces también serios. En términos del amor, el saber sirve para muy poco, eso se llama negación en el orden del deseo. Lo inesperado de la irrupción del amor es el corazón de muchas experiencias de transformación subjetiva, lo que las vuelve irremediablemente inseparables de las experiencias de la embriaguez erótica. 

La inquietud de la angustia que provocan las cosas insignificantes de la vida y que tienen que ver con los laberintos de las experiencias singulares del amor, son los indicios que me apuntan a formular las preguntas ¿Cómo se transmite la experiencia vivida de un encuentro amoroso con todos sus goces, si no es mediante la complicidad del lazo que la posibilita y efectúa? ¿Qué es lo que me impulsa a escribir contigo los relatos de los acontecimientos ínfimos de nuestras experiencias disruptivas, excesivas y en ocasiones peligrosas? ¿Cuál es el núcleo del deseo que siento por ti? ¿Cómo se produce, se escribe, se experimenta nuestro amor? 

¿Qué es lo que me impulsa a escribir contigo los relatos de los acontecimientos ínfimos de nuestras experiencias disruptivas, excesivas y en ocasiones peligrosas? ¿Cuál es el núcleo del deseo que siento por ti? ¿Cómo se produce, se escribe, se experimenta nuestro amor? 

Hoy que estoy entre tus brazos, sintiendo el calor de tu cuerpo, el sabor de tus labios y me reflejo en la ternura de tu mirada, las cosas insignificantes de la vida se disuelven en una vorágine de emociones. Contigo experimento tranquilidad, quietud y protección. Quiero fugarme y escapar del mundo contigo. Nuestro amor es un pacto de complicidad, de compañía y de deseo compartido. Aquí está mi cuerpo junto al tuyo, creando un espacio heterotópico de placeres, enigmas y microprostéticas de amor. Nuestras fotografías juntos son cómo si se armara un rompecabezas en perfecto orden, donde todas las piezas acomodan tan bien que la imagen final refleja una magnifica armonía. El encuentro de nuestras vidas es el despliegue de una constelación indómita de placeres de la carne, dulzuras compartidas, ansiedades emergentes e indulgentes promesas de alegría. 

Me da miedo no poder dejar de pensar en las palabras que no puedo escribir y que describen las cosas insignificantes de la vida. Tú siempre me dices que no hay que tener miedo. El cielo se oscurece de nuevo, aquí viene otra vez la noche, con sus sombras y sus tonalidades en sepia y en negro. En ocasiones el anochecer provoca una excitación parecida a la que emerge cuando los eclipses provienen de la realidad de un deseo.

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