‘La forma del agua’, o como podrían haberla traducido, ‘Que te folle un pez’

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Para una vez que los traductores de títulos de pelis tienen el chistecito en bandeja, van y son fieles al título original. Pero quitando esto, ay, Guillermo del Toro, qué peliculón has hecho, amigo. Qué actores, qué escenas, qué colorido, qué ambientación, qué todo.

La historia de amor sobrenatural entre la empleada de limpieza de un laboratorio secreto del gobierno y una criatura mitad hombre y mitad pez, es una de las películas más bonitas que hemos visto últimamente. De esas con las que estás en vilo por el súper villano hijo de puta, y de esas que se te mete algo en el ojo cuando pasan cosas bonitas, que son muchas veces.

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Según empieza, presentando a la protagonista y su aburrida rutina diaria con una voz en off, ya te haces a la idea de que van a contarte un cuento donde hay de todo: buenos, malos, mediobuenosmediomalos, secundarios graciosos, y elementos conmovedores. Y vaya que si los hay: un vecino gay con el que tiene una relación amor/odio en la que hay más amor que odio, una compañera de trabajo parlanchina que rebaja el tono de las escenas más intentas (HAMAMOS a Octavia Spencer), un espía ruso, un gatete que sale muy mal parado… y LA CRIATURA. Con esos ojillos. Con ese color verde azulado tan bonito. Vamos, que según va avanzando la historia, te enamoras un poquito del pescao tú también.

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Y aunque el trasfondo del guión no sea el más original del mundo (ser indefenso cae en malas manos y los pardillos de turno montan una muy gorda para salvarlo), si esta película no te engancha es que eres una criatura con el alma negrísima.

A medio camino entre el noir de los 50, el steampunk, Jean Pierre Jeunet y la ciencia ficción, La forma del agua está llena de detalles, gana con cada visionado y, con total seguridad, se acabará convirtiendo en un clásico.

Un pensamiento

  1. Pastelosa, absurda por momentos (Que alguien me diga qué narices le aporta a la historia que la señorita se haga un dedo religiosamente cada mañana, como quien se lava los dientes.), estereotipada a más no poder (artista viejales y gay; malo malísimo hombre blanco, acosador, racista y que no se lava las manos después de mear, que añade +5 a maldad, como Torrente; negra simpaticona…).
    ¿La «historia de amor»? Difícil tragársela. Que la pava se enamore de un pescado, porque no es otra cosa, un animal, así, de buenas a primeras, porque lo ve solito, maltratado y le da huevecillos para comer… Oooh… Que gonito…
    Hagamos mañana un intenso drama sobre la imposible historia de amor entre Paco el pastor y Ceferina, una de sus ovejas churras…

    Vamos, lo que viene a ser una mierda de película. Estéticamente agradable, eso sí, pero mierda al fin y al cabo. Como si le pones purpurina…

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