En 2019 en YouGov.com , se realizó una encuesta a 1.732 adultos, y consistió en preguntar: ¿Crees que podrías ganar un punto, en un partido contra Serena Williams?.
Las mujeres optan a un puesto laboral únicamente cuando cumplen el 100% de los requisitos, en cambio los hombres -por regla general-, envían su CV cuando sólo cumplen el 60% de ellos.
Esta seguridad interiorizada de los hombres se extiende a otros ámbitos de la vida, tanto que uno de cada ocho hombres asegura que ganaría en un punto contra la tenista Serena Williams. Serena Williams, la siete veces campeona de Wimbledon y 23 veces ganadora de un Grand Slam , vamos, una leyenda del tenis.
Pero esta superioridad moral dentro de los deportes por parte de la mayoría de los hombres no es casual, hay conceptos estructurales que hacen que esto sea así, más allá de la realidad objetiva que supone enfrentarse a Selena Williams o a otra deportista de este nivel. Serena Williams, a pesar de su posición privilegiada también es víctima de lo que su cuerpo y su raza representa dentro del deporte donde es la mejor, el tenis.
#Chandaleras masculinidad femenina vs. Feminidad obligatoria en el deporte de Ana Pastor Pascual, editado por Piedra papel libros, arroja luz sobre todos los conceptos asociados a la construcción de las feminidades y masculinidades dentro del deporte. Un breve e intenso ensayo que nos abre las puertas a plantearnos el porqué asociamos algo tan básico como el género al éxito, corporalidad y ejecución de ciertos deportes.

El prólogo del libro ya nos sitúa en el equilibro precario de las deportistas abocadas a un determinismo biológico que las sitúa en que las competiciones deportivas no son algo prioritario para un cuerpo enfocado a lo gestante. El deporte quita tiempo de cuidar de lxs hijxs, las mujeres disponen de un tiempo para sí y no para el cuidado de un tercero, invaden el espacio público y las instalaciones deportivas y provoca usar indumentaria deportiva que pone en entredicho la feminidad.
El cuerpo de la mujer siempre se ha entendido históricamente en relación a otro cuerpo, al de sus hijos, al de su marido o al de su familia de origen, esto ha quedado impregnado en la percepción que las mujeres tienen de sí mismas y de sus cuerpos y por supuesto, en su relación con las actividades físicas y deportivas.
Ana sitúa claramente la posición de su ensayo: el deporte es político, está marcado por la cultura, las instituciones y la sociedad en la que nos desarrollamos. Quiero posicionar al deporte como un ente plagado de expresiones e inscripciones y como una realidad que produce y reproduce significados.
El deporte es político, está marcado por la cultura, las instituciones y la sociedad en la que nos desarrollamos. Quiero posicionar al deporte como un ente plagado de expresiones e inscripciones y como una realidad que produce y reproduce significados.
Tweet
Las competiciones deportivas pese a que a priori no tienen género están significadas dentro de lo masculino y lo femenino, las biopolíticas definidas por Foucault es lo que lleva a que estos estén generizados y se presupongan características a quienes participan en ellos.
¿Son las mujeres débiles por naturaleza? ¿O por el contrario el poder estructural se ocupa de que así lo sientan?¿Hay igualdad de oportunidades¿ ¿Qué efecto tiene en las prácticas deportivas la creencia o asimilación de ese discurso de debilidad? ¿Se les enseña a ser débiles?
Que las mujeres hemos sido educadas en la domesticación de nuestras formas para darle preferencia al género masculino no es nada nuevo, pero a esto hay que incluir aquellas personas que se han visto atravesadas por varias de estas represiones como son las personas con disidencias de género. Transexuales, intersexuales y no binaries se ven en situación de justificarse y prestablecerse en una genererización para poder realizar algunos deportes, pero ¿ con qué criterios? Pues no hay problema en que un hombre nacido con biosexo femenino se incorpore a una competición masculina, pero aquellas mujeres nacidas con biosexo masculino no pueden entrar en sus categorías por entender que está teniendo una ventaja sobre el resto de sus compañeras. ¿ Una ventaja? ¿ Estamos seguros de todo lo que lleva esto consigo? La primera vez que se permitió competir a los deportistas en situación de transexualidad sin haber pasado por cirugía previa fue en 2016.

Parece que en las cuestiones deportivas todo el mundo tiene que justificarse o pedir disculpas por su género si no encaja en las características presupuestas para la competición deportiva que quiere disputar. Trabajando en esa performatividad de la feminidad tan agotadora a la que siempre estamos sometidas, el cuerpo del hombre practica deporte para ser poderoso, el de la mujer para ser estético. De hecho, está mal visto que personas con cuerpos no normativos digan que practican deporte con regularidad, porque como ya sabemos esta sociedad piensa que la gordura es siempre señal de pereza y de falta de autocuidado. Los anabolizantes y las inyecciones de testosterona no. En fin.
Al final todo este constructo asociado a lo que debe ser una mujer en el deporte según los cánones prestablecidos hace que la elección femenina también sea maleable, y las mujeres y cuerpos disidentes nos decantemos por deportes que están asociados a esa falsa creencia de lo que se supone que es nuestra condición física solo asociada a nuestro género.
El breve ensayo en cuanto a edición de Ana Pastor, no lo es, para nada, en cuanto a contenido, por la cantidad de puertas que abre y debate que presenta sobre cuestiones que quizá nunca te habías planteado.
Si quieres abrir el melón completo te aconsejo que lo leas conjuntamente con otro ensayo de esta misma editorial, Piedra papel libros, Siempre saltando vallas, deporte femenino y medios de comunicación de Fonsi Loaiza donde tanto si estás familiarizadx con el periodismo deportivo como si no lo estás, te dejará con la boca abierta y ganas de quemar cosas.
Puedes hacerte con estos libros en los puntos de venta de Piedra papel libros o en tu librería preferida.