Estar viva depende de la memoria y de la insistencia en la consciencia de quienes te vivieron
La frase que titula este post es una frase lapidaria como tantas otras que componen el libro de Leonor Courtoisie, Irse yendo (Continta me tienes, 2020) . La frase la ha escrito Courtoisie pero nos atraviesa a casi todxs nosotrxs.
Todxs tenemos una historia con una casa. Una casa donde pasamos mucho tiempo y ya no está. Una casa que tuvimos que abandonar en contra de nuestros deseos, una casa que nos trae recuerdos, buenos y malos. Una casa con la que soñamos compulsivamente, una casa que quisiéramos tener, una casa a donde quisiéramos volver o a dónde queremos ir.
Una casa no siempre es un hogar, a veces solo es un lugar a donde agarrarse, un lugar que habitar mientras no se sabe qué hace con el resto de las cuestiones que componen nuestra vida.

Irse yendo es la historia de un duelo, un duelo con una casa que está desvencijada que muestra la soledad, la precariedad y los secretos de una familia donde nunca se dicen las palabras te quiero. Pero también es un duelo del personaje ante la realidad, es despedirse de los sueños, tomar consciencia de que el futuro no va a ser como imaginábamos, que quizá por muy buenas que seamos no vamos a poder vivir como esperábamos, que nuestras virtudes, maravillosas, no son monetizables en el tipo de sociedad que vivimos.
Irse yendo también es una reflexión en torno a la escritura, la escritura como hogar, como lugar seguro al que huir y en el que evocar una evasión e incluso una posible victoria, el espacio de los desposeídos, la palabra escrita como contención, como objeto. La protagonista del libro de Octavia Butler, la parábola del sembrador, en su viaje había perdido muchas cosas, pero mantenía sus cuadernos, atesoraba sus ideas. Pensar, crear, construir ideas como evasión pero también como cimientos de movimiento y revolución.
El libro está estructurado como pequeños puñetazos, sin la labor de edición de Continta me tienes tengo la seguridad de que sería un libro a retazos escritos en papeles sueltos, en informes médicos, en notas del móvil, en cuadernos empezados sin intención de ser terminados. Además Courtoisie se salta todos los límites de realidad y autoficción acompañando su libro de pantallazos de Whatsapp en su Instagram, dando datos desternillantes de eso a lo que tanto teme cualquier escritora ¿se reconocerán en el libro?
El libro forma parte de la colección la pasión de Cristina Morales, un conjunto de libros donde la escritora funciona como exhumadora y editora de autoras noveles a las que Continta me tienes, entrando en el mundo de la narrativa, dan espacio, edición y cuerpo.
Una casa que de pronto se ve desenraizada, literal y figuradamente, con la necesidad de talar un árbol que la atraviesa y con la muerte de la abuela.
Leonor Courtoise habla con ironía y desesperanza de quien se sabe eternamente precarizado aunque tenga de lejos mucha capacidad de brillar.
La vida se fue dando así, digamos que la vida me pasó por encima y me fui quedando. Dejarse estar también es un deporte y debería ser considerado como tal. Es un entrenamiento forzado despertar un día y darse cuenta de que una es todo lo que nunca quiso y está en el lugar donde no quiere estar pero no sabe cómo salir del sitio ni del círculo.
A mí Courtoise me habla a la cara, yo también pienso que ya es hora de irse yendo.
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