El circo del rock ha llegado a la ciudad. Cuatro son las fechas que tiene la banda de Nueva York en nuestro país, y fue en su cita en Madrid donde tuvimos oportunidad de verles.
A eso de las 22:30 y, tras la ya populérrima frase de Gene Simmons “You Wanted the Best, You Got the Best. The Hottest band in the World: KISS!”, comenzó el espectáculo. La Disneylandia del rock en la que KISS ha convertido su marca, merece la pena.
No esperes un sentido y emocional espectáculo de música en directo. KISS son una empresa del rock que, como si de una coreografiada ópera de clichés se tratase, despliega todo su registro, haciendo su trabajo actoral de forma impecable.
El repertorio empezó con Deuce y Shout It Loud, que evidenciaba que aunque el maquillaje y los trajes cubren muchas carencias, llevar en activo desde 1973 ya se nota. Pero KISS te da lo que quieres oír: cánticos de competencia entre el público de las distintas zonas del recinto y comentarios del tipo «Ayer estuvimos en Barcelona y dicen que es el mejor público ¿Que pensáis vosotros?» para que la testosterona anticatalanista se encendiera y buscase, a base de gritos, la aprobación de Papá Stanley.
Con War Machine, la enorme pantalla de LED se llenó de mujeres soldado cumpliendo con todas las expectativas iconoclastas y de sexualización que se pueden presuponer. Tommy Thayer cantó Shock Me acompañado de un incendiario sOlo de guitarra, literalmente hablando, porque salían disparos de petardos de su instrumento, reforzando su potencia musical y su masculinidad rockera.
Después vinieron Say, Yeah, I Love It Loud y Dr. Love, donde quedó constancia de la superioridad de Simmons sobre sus compañeros de grupo. Después vino Lick It Up, con Gene Simmons escupiendo sangre cual lengua menstrual y elevándose como un vampiro hasta una plataforma donde tocó God of Thunder.
Después retomó el protagonismo Paul Stanley que, aunque justito de falsetes, interpretó I Was Made for Loving You y Love Gun (más canciones sobre el pene) mientras atravesaba al público en una tirolina hasta llegar a mitad del recinto entre humo, fuego y espectáculos pirotécnicos varios. Pese a nuestras gafas violetas, fue la canción preferida de la noche.
Eric Singer (sí, el que va maquillado de gatito del que nadie se acuerda) cantó Black Diamond mientras Stanley volvió al escenario.
Como cierre del concierto, Detroit Rock City y Rock’n’Roll All Nite con explosiones, confetti, purpurina y guitarra y bajo respectivamente estrellados contra el suelo.
De sobra es conocida la misoginia de Gene Simmons quien, además de verse envuelto en varios alternarlos domésticos, ha conseguido que hasta periodistas abandonasen sus entrevistas a causa de sus comentarios. La sensación que tienes cuando los ves no es más que la de un grupo de siempre, donde los clichés de masculinidad peluda, el maquillaje y las lenguas sexies no van allá de una imagen de marca que casi es una burla de sus propios orígenes a golpe de dollar fresquito. Pero siempre, siempre, se puede disfrutar de un buen concierto de rock sudoroso como una feminista de mierda, a riesgo de tener que subirle la graduación a las gafas violetas.