Se seguirá caminando. 14 libros para sentir, pasear y reencantar lo que pisamos.

Cuando los edificios duermen
Los sonidos desaparecen
Arrastrándose como serpientes
En los túneles de comunicación
Nosotros caminamos unidos
Entre las altas torres
En el centro de producción
Y tú estás radiante esta noche

En la ciudad en movimiento
La gran ciudad en movimiento

Aviador Dro, «La ciudad en movimiento»

Sí. Se seguirá caminando. Hundirse, oscuridad, caminar…

Alejandra Pizarnik, «Puerto adelante»

Conozco a un obseso del visitar lo típico y emblemático de un lugar (quienes leáis esto seguramente también). En su despacho, tiene un mapamundi donde va eliminando con su uña la capa de lo ya pisado, como si fuera un rasca de la ONCE (ignoro la cuantía del premio). Luego se fija en lo aún no despejado y hace una lista. Busca en internet información sobre cada una de los países, ciudades o pueblos que tiene en pendientes y, cuando ya se ha decidido, anota todo lo que hay que ver allí. Anota tantos sitios que necesita un cuaderno (siempre lo acompaña en sus viajes), es su propia guía turística elaborada con información que ha sacado de Wikipedia y de vete a saber dónde. Amigos que han ido con él a Bruselas, Varsovia o incluso Burgos me lo han contado. Va enzuscadísimo de un punto a otro, siguiendo el camino que le indica Google Maps, sin fijarse en el espacio del trayecto: de un museo a una catedral, de un parque o a una torre. Tiene que ver todo lo que ha apuntado. Parece estar completando una misión. De hecho, en cuanto le sugieren no visitar algo (es comprensible que a alguien no le interesen un museo de autos antiguos o una vieja fábrica de pegatinas) e ir simplemente a pasear por disfrutar de algo más que las atracciones turísticas, frunce el ceño.

Sucede que, más tarde, estando con él en conversaciones de terraceo, al hablar del viajar y del ver sitios (su tema favorito), se convierte en el cuñao de turno que de París solo sabe decirte: estuve en el Louvre y la Mona Lisa una puta mierda. Es to’ enana. Obviamente en un viaje de tres días no se puede diseccionar un lugar, pero menos aún si te riges por lo que todo el mundo ve y no buscas tu mirada, tu impresión verdadera, tus hallazgos.

No pretendo ni por asomo censurar a nadie si visita la torre de Pisa o el puente de Londres, quien soy yo para decirle cómo debe disfrutar de sus viajes (obviamente iría de visitar esas ciudades), pero sí me gustaría sugerir que probéis a observar los espacios de otra manera. Procuremos no seguir la ruta que otros trazan, al menos no las que se recomiendan las oficinas de turismo. Las urbes no son la historia de grandes nombres, sino la de las gentes anónimos que las habitaron o habitan. Reduzcamos un poco las visitas a los chiringuitos. Dejémonos llevar un poco por el azar, por lo que el ambiente transmite y por el disfrutar sin cumplir misiones ni ser personas productivas. Saquemos de la bolsa el objetivo para mirar de cerca, enfoquemos y observemos. Vivir un poco poética e improductivamente, sea en el pueblo, en la ciudad o en el barrio, porque nuestro barrio, ese que muchas veces pensamos no tienen nada de singular, en realidad sí. Intentamos obsérvalo con otros ojos, antes de que acaben devorados por la especulación, antes de que las viviendas se conviertan en fríos edificios turísticos, sin alma. Quien no conoce su barrio, la ciudad donde habita, no conocerá el mundo.

Es un proceso lento, que requiere mucha paciencia y contemplación (dos técnicas que este turbocapitalismo tan excesivo nos está arrebatando), pero quizá una serie de lecturas, obras de grandes flâneurs y flânueses, puedan servir de ayuda e inspiración.

Trash Poems, Blanca Bercial (2020, La Granja)

Envuelto en una bolsa de basura, se trata de un artefacto precioso: en forma y contenido –La Granja se lo curra siempre–. Blanca, como buena poeta –en estrofas y en fotos–, es también una médium. A través de su cámara y de sus versos, invoca a los fantasmas que todo objeto, aunque haya pasado a ser basura, tiene. Y así habla de lo abandonado, de la importancia de observar el suelo que pisamos. No enseña a encontrar lo maravilloso (ni pretende), pero nos lo muestra.

Olot, Dr. Alderete, (2022, Autsaider Cómics)

Antes he sugerido no seguir los pasos de otros, aunque obviamente me refería a las oficinas de turismo, a lo oficial que nos dicen ver, no a guías de otro tipo. Porque este tebeo del grandísimo Dr. Alderete, una colección de estampas paranormales, lisérgicas y weird (un híbrido bien guapo entre los universos de Twin Peaks y Expediente X), es precisamente un mapa alternativo de la ciudad gerundense de Olot. Una ruta mágica por el municipio. ¿Quién no querrá hacerla tras su lectura?

Mapas y cicatrices, Ana Llurba (2023, Fruta de dragón)

Después de leer este libro, cuesta no ver un agujero por el campo, por pequeño que sea, y no pensar la Tierra como un inmenso cuerpo lleno de cicatrices (sean naturales –un acantilado– o accidentales –una trinchera–). Mezcla entre libro de viajes y de memorias, Mapas y cicatrices es un bellísimo texto repleto de reflexiones en torno a las sensaciones y los recuerdos (la biografía) que nos producen los lugares (cuerpos también) que visitamos y frecuentamos.

Psicogeografía, edición de Julio Monteverde (2024, Pepitas de Calabaza)

Quizá el mejor libro con el que iniciarse en la psicogeografía, al menos en su parte teórica. En esta antología, Julio Monteverde, pope indiscutible en la materia, no solo escoge una acertada selección de textos (artículos y fragmentos firmados por nombres ilustres como Guy Debord, Iain Sinclair, Ivan Chtcheglov, etc.), sino que además aporta una serie de introducciones a cada una de las épocas que ayudan a contextualizar y a comprender las diferentes manera de entender el concepto (de los letristas a los situacionistas, de Breton a los grupos surrealistas de Madrid y de Estocolmo, etc.).

Saqueadores de espuma, Lurdes Martínez (2020, Ediciones El Salmón)

Ya que en el anterior párrafo he mencionado al Grupo Surrealista de Madrid, me gustaría recomendar el trabajo de una de sus autoras más destacadas: Lurdes Martínez. Saqueadores de espuma da buena muestra de su visión poética de la ciudad. Sus fotos y sus palabras nos llevan a observar la ciudad a través de sus ojos, a fijarnos en las grietas y en lo oculto que en ellas mora. Incluso a encontrarnos con Nosferatu o incluso con el eterno Eugenio Castro.

Sentir Madrid como si existiera un todo, Emilio Santiago Muiño (2016, La Torre Magnética)

De nuevo con el Grupo Surrealista de Madrid, creo necesario destacar su labor editorial tanto con su sello (Ediciones de La Torre Magnética) como con su revista (Salamandra). Sus publicaciones son fundamentales para comprender la exterioridad y su forma de hacer teoría, crítica y práctica de nuestro cada vez más extraño presente. Fruto de esos experimentos con la exterioridad es este librito (por tamaño, que no por calidad) de Emilio Santiago Muiño, una muestra de geografía poética y de reencantamiento de la ciudad (conceptos que personalmente me gustan más que el de psicogeografía) que nos lleva, entre otros logros, a encontrar el mar en la capital.

En las ciudades / Nas ciudades / Hirietan, Beatriz Chivite (2020, Chan da Pólvora & Papeles Mínimos)

La poesía de Beatriz Chivite dice muchísimo más de las ciudades sobre las que escribe que cualquier cronista oficial que estas puedan tener. Sus versos evocan y llevan a quien los lee o recita a percibir aquello que pasa desapercibido, como sentir el murmullo mar en las anchas calles de una ciudad que no lo tiene. Es esta además una edición preciosa, que recoge poemas de Smog de Pekín (2012), Metro (2014), Biennale (2017) y Móvil / Limitación (2019) y que además es trilingüe (en gallego, euskera y castellano).

Brava está la punta, Pablo Estévez Hernández (2023, Tamainos)

Frente al turismo extremo que mata nuestros barrios y pueblos, surgen voces tan necesarias como la de Pablo Estévez Hernández. Su forma de hacer crítica, de luchar con la pluma, es mostrando lo mágico, lo espeluznante o lo raro (evocando a Mark Fisher, su presencia es bien notoria), en este caso del barrio tinerfeño de Punta Brava en el contexto de la crisis de la COVID-19. Recomiendo mucho su perfil de Instagram (@magicalurbanism).

Colera, Julio Vargas (2021, La Felguera)

Es fundamental consultar el catálogo de La Felguera si se quiere tener en casa una biblioteca bien completa sobre psicogeografía: Iain Sinclair, Ivan Chtcheglov, Pío Baroja, Emilio Carrère, Pierre Mac Orlan y, por supuesto, Servando Rocha, flâneur insigne de nuestras letras y uno de los editores del sello. No obstante, mencionaré aquí uno de los títulos menos conocidos de su catálogo, y el único título no contemporáneo (aunque no por ello inactual). Cólera es un viaje que, a finales del siglo XIX, realizó el periodista Julio Vargas por las zonas del Madrid donde más afectó la epidemia del cólera (Las Peñuelas, Vista-Alegre, Prosperidad, La Guindalera, etc.). Valga destacar sus exquisitas descripciones, en especial las del capítulo de los lavaderos.

Todo lo que se mueve, Valeria Mata (2023, Comisura)

Publicado originalmente en México en el 2020, se trata de un libro fragmentario e híbrido: es a la vez ensayo-poemario, antología de citas (que a su vez invita a ser subrayado formar parte de otros libros), diario, libro de viajes, ensayo sobre escritura y etimología, etc. Vamos, una orgía intertextual acompañada de imágenes tremendamente evocadoras. Valeria Mata es una magnífica exploradora, recorre la exterioridad con calma, la observa con atino, para luego quedarse con lo inusual, lo reflexivo o lo lírico, con las marcas ocultas del movimiento.

Alguien camina sobre tu tumba, Mariana Enriquez (2021, Anagrama)

Cualquier lugar puede ser motivo de inspiración o para rememorar una anécdota que puede convertirse en historia. Simplemente que estar en un espacio se activa el reproductor de recuerdos que hay en nuestras cabezas, sin pulsar nada. Es la sensación que transmite cada visita de Mariana Enriquez al cementerio de la ciudad que visita (Londres, Edimburgo, Lima, Barcelona, etc.). Son paseos, visitas con anécdotas que se leen como cuentos.

El colapso de Londres, China Miéville (2020, Ediciones El Transbordador)

Como buen discípulo de Iain Sinclair, China Miéville siempre ha coqueteado con la psicogeografía y la presencia del poder en la ciudad, véanse El Rey Rata o La ciudad y la ciudad. El colapso de Londres es un paseo por la capital inglesa, sí, aunque no en una barca de Uber por el Támesis, sino por la crisis y la desigualdad que se respira en sus calles, y también por lo escondido que sobrevuela (como el fantasma de Marx) esperando salir a la luz y luchar.

Arde Torrevieja, J. M. Sala (2021, Levanta Fuego)

Ya que sale el asunto de la presencia del poder en la ciudad (sobre todo en el género de terror), y al igual que Stephen King hiciera con It, obra maestra del terror en el que la ciudad de Maine vive atormentada por un ente que aparece cada tantos años, J. M. Sala nos presenta una Torrevieja extraña, en la que detrás de carteles de urbanización y familias jugando en la playa se esconde algo turbio. Es una novela de terror, pero también una ruta por la España del ladrillo y sus funestas consecuencias: mafias inmobiliarias, turismo de borrachera, adolescentes que abandonan sus estudios por la obra, etc.

La revolución de las flâneuses, Anna María Iglesia (2019, Wunderkammer)

Con varias ediciones a su espalda, este libro, más que un ensayo, es un paseo crítico por la historia de las flâneuses, es decir,de las mujeres que han paseado (y que pasean) y que, a través de este acto, han reclamado su espacio en la sociedad, su derecho a estar presentes. Anna María pasea (escribe) con erudición, fijándose en las olvidadas y recuperándolas. No es un manifiesto, pero funciona como tal. Y ahí la fuerza del texto.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.