Una de mis primeras experiencias laborales fuera de mi ciudad de origen fue como meritoria/auxiliar de producción en algunas películas y series. A mi falta de pericia laboral en ese campo se unió el desconocimiento del organigrama social y de las castas que se generan en este tipo de dinámicas laborales. Conclusión: fue un desastre.
Más allá de mi frustración y de no entender por qué los diferentes grupos de trabajo se tenían que sentar juntos a comer y no se podían mezclar con la realeza del rodaje (directores, actores y jefes de producción), y de que todo el mundo estuviera enfadado constantemente en una defensa del yoísmo para justificar su trabajo, mi ejecución no fue buena y abandoné el mundo del cine por un trabajo técnico audiovisual que no supusiera tantos quebraderos de cabeza.
Cómo construir una mentira, la nueva novela de Marta Polo Ysalgué, publicada por Colectivo Bruxista, es una comedia literaria que no teme meter las manos en el barro del mundo cultural. Desde las primeras páginas, nos encontramos con Bruna, una mujer de cuarenta años que ha dejado atrás su trabajo como portera y su cómoda rutina para probar suerte en un rodaje cinematográfico de lo más accidentado. Su misión: reclutar personas del Raval para un proyecto sobre Turner Mendoza, una figura tan extravagante como simbólica.

La historia se mueve con el ritmo de una tragicomedia urbana. Bruna recorre Barcelona como una especie de heroína quijotesca, cargando una mochila y enfrentando los sinsentidos del cine alternativo con una mezcla de ironía y cansancio existencial. Lo que comienza como una oportunidad laboral se convierte en una especie de viaje iniciático, donde la precariedad, el caos y los discursos vacíos del arte bienpensante se cruzan con personajes entrañables, raros y profundamente humanos.
Polo Ysalgué tiene una voz narrativa muy particular: directa, irónica y con un sentido del humor afilado. En lugar de moralizar, nos invita a mirar con lucidez —y con una sonrisa torcida— el modo en que consumimos las historias ajenas. Su crítica a la gentrificación, la industria creativa y el clasismo camuflado de progresismo no se queda en la superficie. A través de Bruna, vemos cómo la cultura puede disfrazar el oportunismo de virtud y cómo las buenas intenciones no siempre salvan un mal guion.
El libro, además, logra lo que deben conseguir los libros: que te quedes enganchada a las personas/personajes que los habitan y pienses sobre ellos después de haberlos leído. ¿Qué tal le irá a la Turner? ¿Estás bien, Angelines? ¿Necesitará algo Kalwa? Y que te hagas ciertas preguntas: ¿Quién tiene derecho a contar ciertas historias? ¿Qué se esconde detrás de un rodaje “independiente”?
Marta Polo, en Cómo construir una mentira, juega con los mismos márgenes que la película que rueda en el libro: mezcla realidad y ficción y transmite, con mucho humor y algo de mala baba, todas las casuísticas laborales que se generan en este tipo de trabajos.
Si yo hubiera estado veinte años antes en una portería, como Bruna, hubiera tenido muchísimas más tablas y quizá ahora seguiría trabajando en Cómo construir una mentira.
Puedes hacerte con este libro en tu librería preferida o en la web de Colectivo Bruxista.