Desplazarse cada vez más lejos: vivir con edificios y caminar con fantasmas, de Ian Sinclair

«Si hemos de mantener alguna relación con los edificios que nos preceden, debemos solicitarles que toleren nuestra intrusión. Las estructuras derribadas dejan una nube de polvo activo. Las nuevas edificaciones tienen hambre de narrativas».

Iain Sinclair

Dice Servando Rocha en el prólogo de Vivir con edificios y caminar con fantasmas (Editorial La Felguera, 2023) que Iain Sinclair posee una visión de rayos X en los ojos. Este libro, como es habitual en la obra del galés, resulta un catálogo de muestras de ese poder y de su obsesión por comunicarse con los fantasmas que habitan lugares derrumbados o enterrados tiempo atrás para que otros nuevos se levantaran, algo corriente, esto último, para quienes (sobre)vivimos en el extrarradio de grandes urbes o en ciudades dormitorio, donde vemos cómo las casas bajas de nuestros abuelos y abuelas dan paso a feos edificios de dos plantas o al Mercadona de turno, e incluso cómo naves de polígono industrial se convierten en lofts. Sinclair lee el terreno por el que transita, y exhibe así su prodigiosa habilidad para detectar los efectos del ser humano y de la naturaleza en un lugar concreto, relacionarlo con quienes lo frecuentan y establecer líneas que conectan ubicaciones sin aparente conexión entre ellas. Se detiene en jardines e iglesias con siglos de historia, en edificios de oficinas, en bloques de vivienda para gente de clase obrera e incluso en un aparcamiento en principio inocente, pero levantado sobre el lugar del último crimen de Jack el Destripador.

Sinclair lee el terreno por el que transita, y exhibe así su prodigiosa habilidad para detectar los efectos del ser humano y de la naturaleza en un lugar concreto, relacionarlo con quienes lo frecuentan y establecer líneas que conectan ubicaciones sin aparente conexión entre ella

A Sinclair le interesa el vínculo que los vivos mantenemos con la urbe,sale en busca de aquellos que existen entre construcción, arquitectura y salud, es decir, la enfermedad ligada al espacio urbano y los edificios que habitamos y frecuentamos. Espacios mágicos que, como las iglesias de Nicholas Hawksmoor—con cuyo fantasma Sinclair parece haber dialogado, algo similar a lo que hizo el Dr. Gull en From Hell pero evidentemente sin los planes malvados de este—, ocultan campos de fuerza que influyen en nuestro comportamiento y bienestar. Pero no solo se detiene en espacios cuya magia es clara desde un primer vistazo —la Christ Church, por ejemplo, a la que otorga los poderes de un hechicero—, sino también en la enfermedad que transmiten los edificios financieros y en las historias de supervivencia de quienes habitan en suburbios o en bloques de vivienda en zonas obreras. Sinclair narra los efectos de la especulación, la gentrificación y el turbocapitalismo, pero también historias de apoyo vecinal frente a la enfermedad: como la de Emma y su hijo Louis. Sus paseos e investigaciones lo llevan a Londres, Marsella o Ciudad de México para recalcarnos que la arquitectura y el trazado urbano no son inocentes. ¿Acaso baste recordar por ejemplo el Ruedo de Moratalaz?

Iain Sinclair es un peripatético moderno, un erudito para quien el paseo es también una conversación sobre literatura, arte, cine, historia, ocultismo o música. «La compañía con la que caminas altera lo que ves», dice en un momento, y lo cumple con el relato de anécdotas psicogeográficas en compañía de amigos u otros personajes, especialmente interesante es el capítulo vinculado con la obra del artista Steve Dilworth. Sin embargo, como he comentado al mencionar la presencia de Nicholas Hawksmoor, no solo los vivos pasean con él, en Vivir con edificios y caminar con fantasmas lo hace también con William Blake, J. G. Ballard, Robert Louis Stevenson, Jack London, William Burroughs o Le Corbusier, sigue sus rastros hasta encontrarse con sus fantasmas, y estos le confiesan secretos sobre lugares de los que un vivo no se percata de primeras —a no ser que, como Sinclair, tengan rayos X en los ojos—.

Nuestra presencia se impregna en las cuatro paredes de un edificio, en la balaustrada del jardín e incluso bajo tierra. Solo hay que encontrarlas. Y Sinclair es un buen maestro con el que aprender a hacerlo.

Puedes hacerte con este libro en tu librería preferida o en la web de La Felguera.

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